“Danza Oviedo” ha aglutinado en una misma semana a dos compañías de proyección internacional, que no se han limitado a tratar de vestir al Campoamor de una danza ecléctica de estilos, sino que, además, han homenajeado a dos referentes de la cultura musical. Igor Stravinsky poco tiene que ver con el cantautor canadiense, Leonard Cohen, pero en ambos casos, el hilo conductor que articula las coreografías presentadas ha sido un tejido armado a través de partituras. 

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L'Oiseau de feu con coreografía de Thierry Malandain
© Oliver Houeix | Malandain Ballet Biarritz

El Malandain Ballet Biarritz se ha atrevido a incursionar en un pasado de esplendor coreográfico en Europa, caracterizado por una riqueza escénica fulgurante y por una deconstrucción estética de la tendencia balletística del momento. La compañía de Les Ballets Russes, capitaneada por el magnate empresario Diághilev, fue responsable del estreno parisino de L’ Oiseau de feu (1910)coreografía original de Michel Fokine y de Le sacre du printemps (1913) de Vaslav Nijinsky. La recreación de los “clásicos”, reinterpretados y reescritos, es una tendencia recurrente en la historia de la danza, si bien el polémico éxito de La consagración ha despertado en muchos artistas un interés especial. 

Thierry Malandain coreografía El pájaro de fuego tomando la reducción de la suite orquestal utilizada previamente por George Balanchine en el 1945, aunque las reminiscencias rusas desaparecen por completo de la alegoría mística que cuenta su texto. El pájaro, Hugo Layer, con maillot rojo vestido, danza fragmentando las articulaciones, alargando las extremidades más allá de su eje y haciendo de su cuerpo una escultura por fotografiar, acrobática, de brazos angulosos. Los dibujos espaciales del cuerpo de baile aportan dinamismo a la coreografía: el canon sustituye al unísono, el círculo a las filas enfrentadas, el grupo al individuo, la espiral a las aspas, evocando los patrones de vuelo de las aves, siempre en armonía incluso en el aparente desorden. Al abrigo de su ser simbólico protagonista, el grupo hará dos guiños coreográficos: uno a Akram Khan en Dust, a esa línea dinámica que aúna los brazos de los intérpretes y otro a las procesiones gestuales de Pina Bausch, en su peregrinaje desfilado por la escena, volviendo a los movimientos de las manos iconos significantes.

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El bailarín Hugo Layer en L'Oiseau de feu
© Olivier Houeix | Malandain Ballet Biarritz

Por otra parte, la polémica del estreno de La consagración de la primavera es por todos conocida, pero su revolución no impidió que se convirtiese en un hito que aporta estatus a quien se dedica a re-coreografiarla. El primitivismo ruso de Nijisnky reaparece en la reescritura de Martin Harriague, sin las referencias temporales del original. El suelo verdoso por la iluminación o el vestuario blanco con lazos en las pantorrillas, diseñado por Mieke Kockelkorn, dialogan con ese pasado. Además de La Elegida, destacan la figura del Chamán que orquesta los movimientos de su tribu cual director; la del Sabio, que besará la tierra y trasladará el temblor vibrante de su energía natural al resto del grupo; y la del pianista que anticipa los primeros compases al inicio. 

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Le Sacre du printemps por la compañía Malandain Ballet Biarritz
© Olivier Houeix | Malandain Ballet Biarritz

El acceso a la escena de las criaturas primitivas del rito arrancó alguna risa entre los presentes, por emerger de las profundidades de ese piano vertical como cuerpos descompuestos. Risa que tiempo después se convirtió en grito ahogado, cuando explotó a modo de petardo el gran foco de luz que iluminaba la escena como gran Sol. La reducción de elementos coreográficos remarca el primitivismo que requiere una obra como esta, con cuerpos anclados a la tierra y acentos extensivos del torso. Una energía que se va debilitando si la comparamos con el vigor del principio, remarcado por la repetición de los movimientos percutidos, en una traducción corporal del ostinato rítmico. El círculo tiene aquí una importancia significativa: rueda de la vida o ciclo natural del movimiento de los astros. De ahí que, como en Nijinsky, se adopte esta disposición cuando la tribu se sienta sobre los pedruscos que introducen a escena. Altar de ofrenda y cárcel del cuerpo virgen por sacrificar.

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Le Sacre du printemps
© Olivier Houeix | Malandain Ballet Biarritz

La Elegida de La consagración alza el vuelo suspendida en una religiosidad mortuoria, al igual que El pájaro que bate sus alas hacia los cielos. La suya es una suspensión hierática frente a la desintegración del ser cubierto de plumas. Las llamas, encarnadas en los seres primitivos que la rodean “abrazan” su cuerpo, como lo hacen las cenizas que han de ver el renacimiento del Ave Fénix. El rojo de las cintas, símbolo de la fertilidad femenina, dejan una imagen desconcertante que trata de referirse a unos significados que aparecen constatados en otras versiones. El pájaro muere para renacer en un huevo dorado de esperanza, animalizando al santo Francisco de Asís, proporcionando con su estela brillante luz en una época de oscuridad. Al igual que el ave, la mujer se sacrifica por la comunidad, ofrendas en cuerpo y espíritu a la naturaleza, a la que tanto debemos y tan poco damos.

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