El joven Martín García García está considerado como uno de los pianistas más relevantes del panorama nacional actual. Avalado por una serie de premios importantes y con una carrera internacional imparable, ofreció en el Teatro Liceo de Salamanca una muestra de sus cualidades. El programa era difícil y arriesgado, formado por dos obras monumentales del repertorio alemán.

La velada comenzó con la Partita núm. 6 en mi menor BWV830 de Johann Sebastian Bach, que García enfocó de manera muy personal; más cercano a los pianistas románticos y a los de la era soviética que a criterios historicistas. Utilizando el pedal de manera generosa –con algún que otro emborronamiento–, y desplegando numerosos recursos instrumentales, el pianista gijonés daba la sensación de encontrarse más cerca de los estados de ánimo de ciertos ciclos schumanianos que del universo de las danzas barrocas. Esta visión, que puede ser discutible desde el punto de vista histórico, resultó interesante en sus manos, debido a su calidad pianística y a su capacidad de convicción. En la “Toccata”, destacaron aspectos como la abundancia de pedal en las semicorcheas de la primera sección; trinos y dinámicas en la fuga; mas las notas finales de la última sección, tocadas en un pianísimo casi inaudible. La “Allemande” sonó dramática, con una acentuación muy peculiar; y el pianista hizo repeticiones que combinaban diferentes adornos con cambios de matices. La “Corrente” sonó rapidísima, al filo de lo imposible, mientras que el “Air” tuvo una interesante variedad de dinámicas. La “Sarabande” fue tomada a un tempo moderado y con cierta libertad rítmica; sin convertir los puntillos en dobles puntillos, que suele ser lo más habitual. “Tempo di gavotta” tuvo gracia en el toque, y la “Gigue” mostró intensidad rítmica, con añadido de octavas en los momentos finales, algo que recordó a las transcripciones de Busoni.
En la segunda parte, otra obra de gran calado: la Sonata núm. 3 en fa menor, op. 5, de Johannes Brahms; compuesta por un joven de 20 años, pero que requiere una gran madurez para su interpretación. A la luz del Bach de la primera parte del programa, esperábamos una interpretación más schumaniana y romántica; pero, el pianista –sin dejar de lado momentos tempestuosos– destacó principalmente por su gran control, un uso exquisito de los pedales, claridad de texturas, rubato moderado y atención a todos los matices. En el primer movimiento (Allegro maestoso), comenzó con bravura, destacó admirablemente los clímax y supo reflejar los diversos matices y estados de ánimo. Estupendo también el segundo (Andante espressivo); en versión no especialmente visionaria, pero muy bella y con intermezzi muy logrados. El tercero (Scherzo) comenzó más suave de lo habitual, pero no faltó la garra rítmica y la claridad en los pasajes virtuosísticos, para luego ofrecer un Trio espléndido. El tétrico Intermezzo fue tocado sin excesivo rubato, cual marcha, con mucha atención a las dinámicas. En el último (Finale: Allegro moderato ma rubato), disfrutamos de sonoridades cuidadas y gran dominio técnico. Muy buena y exitosa versión de esta obra extraordinaria. Como regalo, el pianista ofreció el Vals op. 64 núm. 1, “Vals del minuto”, de Frédéric Chopin, tocado con gracia y elegancia; y “O polichinelo” (de la suite A prole do bebê, libro I), de Heitor Villa-Lobos, en versión rapidísima y contagiosa.
En este recital, Martín García García ha demostrado que es un artista con personalidad carismática, y elementos interesantes en diversos repertorios; no solo en Chopin y en los grandes conciertos virtuosísticos, que es donde más se le suele apreciar. Es definitivamente un artista a seguir.