En la sala de cámara del Auditorio de Tenerife hemos podido disfrutar de un recital espléndido, dedicado a la gran amistad entre Frédéric Chopin y Auguste Franchomme. Los protagonistas de la velada, titulada “À mon ami” han sido la violonchelista francobelga Camille Thomas y el pianista francés Julien Brocal, ambos con mucho prestigio internacional.

Camille Thomas es una intérprete de gran sensibilidad, que capta la atención desde el primer momento, poseedora de una técnica muy desarrollada, bello sonido y una presencia escénica carismática. Asombraron su flexibilidad de arco, su dominio del vibrato y su atención especial a los distintos caracteres de las obras. Este último aspecto se mostró también en sus numerosos gestos faciales. El programa, salvo la Sonata de Chopin, daba clara preeminencia al violonchelo; pero también hubo oportunidad de disfrutar de las muchas cualidades interpretativas del pianista: sonido muy cuidado y capaz de producir atmósferas personales y atractivas, además de mostrarse como un excelente camerista.

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Julien Brocal y Camille Thomas
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

Un buen porcentaje del recital consistió en transcripciones de obras pianísticas de Chopin, todas ellas convincentes y de muy buen gusto. En la primera parte de la velada se incluyeron tres: dos de la propia Camille Thomas y una de Alexander Glazunov, con interpretaciones que mostraron expresamente la vena melódica del genio polaco e incluso ese aspecto operístico que él tanto amaba. El plato fuerte de la primera parte estuvo en la magnífica y difícil Sonata en sol menor para violonchelo y piano, op. 65, de Chopin, que recibió una versión de gran calado expresivo y en el que las cualidades de la violonchelista brillaron de manera especial. En una obra en la que acecha el peligro de que el piano tenga el protagonismo absoluto, Brocal estuvo siempre atento a la parte del violonchelo colaborando de manera ejemplar, al mismo tiempo que sorteaba las múltiples dificultades técnicas y expresivas de su parte. El primer movimiento (Allegro moderato) fue dramático y variado, con gran atención a la polifonía y los contrastes, consiguiendo unos clímax convincentes. El segundo (Scherzo. Allegro con brio) tuvo humor y un trío muy expresivo. Bellísimo y emotivo el corto, pero trascendental, tercer movimiento (Largo), que estuvo lleno de sutilezas y con un bello diálogo entre las partes. Por último, un cuarto (Finale. Allegro) de ritmos contagiosos y vibrante final, que redondeó lo que fue una versión estupenda de esta gran obra.

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La violonchelista Camille Thomas en la sala de cámara del Auditorio de Tenerife
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

En la segunda parte de la velada, una transcripción de Mischa Maisky y dos de Franchomme, más dos obras originales de este último: el bellísimo Nocturno en mi menor, op. 14 núm. 1, y el Air russe varié, op. 32, todas ellas admirablemente interpretadas. En la última obra mencionada, como explicó Thomas, el tema es realmente ucraniano. Los artistas ofrecieron dos regalos: en primer lugar, una versión espectacular de la Rapsodia húngara, op. 68, de David Popper (obra que incluye algunos temas de rapsodias de Liszt) y un curioso arreglo del segundo movimiento del Concierto en mi menor op. 11 de Chopin, compuesto por Thomas y Brocal, donde la belleza sonora y la capacidad de canto fue compartida a partes iguales por ambos.

Fue un concierto magnífico, dedicado a la memoria de dos amigos compositores y que contó con dos estupendos artistas que están brillando en el panorama actual.

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