Francisco Ramírez
© Palau de la Música
Este mes en Bachtrack, nos centramos en el imprescindible aunque oculto papel del afinador de pianos. Hemos hablado con los afinadores responsables de los instrumentos de algunos de los auditorios más importantes del mundo para que compartan con nosotros sus secretos. Hoy estamos en el Palau de la Música de Barcelona para hablar con Francisco Ramírez. Nacido en Argentina en el seno de una familia de músicos, Francisco aprendió el oficio en Europa y fue el destino el que lo llevó a Barcelona, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera. Como técnico afinador del Palau de la Música y de l'Auditori ha trabajado con los pianistas mas importantes del mundo.

¿Cómo llegó a afinador de pianos?

Mi padre era compositor y director de coros, mi madre y mi hermana, pianistas... ¡y yo que no quería ser músico! En casa teníamos 3 pianos y mi madre -que daba clases en el conservatorio- organizaba la visita del afinador, que venía de lejos. Al principio, yo observaba su trabajo con curiosidad, y con el tiempo, empecé a acompañarlo a casas de clientes. Más adelante decidí viajar a Europa para un par de años para aprender el oficio. Sigo aprendiendo muchos años después.

¿Hay algún piano concreto que le guste especialmente y qué le fascina de él?

El mundo del piano es un universo bastante rico, y aunque los pianistas suelen esperar encontrar un Steinway encima del escenario, hay otros instrumentos magníficos. Por destacar dos, hablaría de Böesendorfer y de Fazioli.

Pero claro, yo mismo estoy fascinado por un buen Steinway & Sons, que es el piano con el que trabajo de forma habitual y el que conozco mejor. Me siento afortunado de poder acompañar el desarrollo del instrumento, y eso es algo que me gusta comparar con el cultivo de un bonsái, donde podemos hacer un corte aquí, doblar una ramita allá... pero el trabajo no está completo sin el pianista, que es el que hace que esa evolución sea posible a través del uso, lo que en el bonsái harían el riego, la luz solar y el paso del tiempo.

¿Qué escucha cuando trabaja en un piano? ¿Qué busca?

Es una buena pregunta. Creo que en nuestro trabajo se produce un diálogo íntimo entre el piano y el afinador, y en ese diálogo tiene que haber respeto y conocimiento para entender al instrumento, para saber cuales son sus cualidades y qué es lo que se puede esperar de él. Pero también necesitamos experiencia para saber cuando actuar y cuando no, y por supuesto, cual es la actuación más adecuada.

Las tareas que realizamos son básicamente tres: la afinación, el cultivo del sonido y el trabajo mecánico. Tenemos que pensar por un lado en el próximo concierto, pero debemos conservar a la vez una visión a más largo plazo, centrada en trabajar la evolución del instrumento, considerando siempre hacia donde irá con el paso de los años.

¿Cuál es el piano más complicado de afinar que se ha encontrado y por qué cree que era difícil? ¿Significa eso que tiene cualidades especiales?

Los buenos pianos son en general fáciles de afinar si se tienen las ideas claras. Un piano difícil de afinar suele ser un mal piano, aunque puede haber honrosas excepciones con instrumentos que tienen cierto carácter en los que obtener un buen resultado es arduo, pero en los que el esfuerzo vale la pena. Pero con un mal piano, difícilmente obtendremos un buen resultado por mucho que nos esforcemos. Y hablo aquí de los tres aspectos antes mencionados: afinación, sonido, mecanismo…

Sin decir nombres ¿hay pianistas que sean especialmente difíciles de satisfacer y qué requieren?

Sí, hay pianistas digamos... “especiales” en este sentido. Yo diferenciaría entre aquellos que saben lo que quieren y piden cosas con sentido: complacerlos suele ser un reto, ¡pero un reto estimulante! Y otros que, tal vez por inseguridad, piden cosas un poco particulares y con menos lógica. Con ellos el trabajo es a menudo más ingrato, pero también hay que decir que son la excepción que confirma la regla. Aunque tampoco hay que subestimar lo difíciles que podemos llegar a ser los afinadores!!! Pobres pianistas…

¿Hace un trabajo distinto en el piano dependiendo de si lo prepara para un recital a solo o si va a ser acompañado por orquesta?

No, el trabajo básico es el mismo. Como técnicos de sala tenemos que complacer al pianista, pero es importante que el piano siga en condiciones con la vista puesta en los conciertos venideros, lo que significa que intentamos tener consistencia en nuestro trabajo, evitando cambios drásticos en la medida de lo posible. Eso nos lleva a un trabajo delicado de diplomacia en algunas ocasiones, ya que nuestro cometido primordial es hacer que el pianista se sienta cómodo con el instrumento.

¿Se pueden diferenciar por el sonido los distintos fabricantes de pianos de concierto?

Sí, sí que existen diferencias, pero son cada vez menores. Las distintas marcas van mejorando sus cualidades, lo cual es en principio una buena idea... pero lo hacen a menudo a costa de sacrificar parte de su carácter para acercar dichas cualidades al gusto standard, a lo que piden la mayoría de pianistas. Es la globalización en nuestro universo. Se entiende y es lógico por una parte, pero lamentablemente es también un empobrecimiento.

¿Se queda en los ensayos o en los conciertos tras haber afinado el piano y a qué presta atención?

No siempre. Si el piano tiene protagonismo en el concierto, lo habitual es quedarse. Pero lo interesante es conocer al músico y jugar a saber saber cuáles son sus necesidades, más allá de lo que puedan expresar con palabras. Buscamos facilitar una simbiosis, ya que ese es en resumen lo que define nuestro trabajo: hacer que el instrumento no sea una barrera para que se puedan expresar con la mayor libertad posible.

¿Tiene alguna anécdota que quiera compartir con nuestros lectores?

Como anécdota pondría un gran susto acontecido fuera de los escenarios. Sucedió hace pocos años después de un concierto, cuando yendo a una cena, cruzaba la calle junto a una de las mejores pianistas de la historia. Mientras hablábamos, el retrovisor de un autobús pasó a toda velocidad a pocos centímetros de su cabeza. Se nos heló la sangre a quienes estábamos allí, aunque ella seguía tan tranquila al no haberse percatado del peligro...

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