Olvide las siete colinas de Roma. Bergen es una ciudad donde siete montañas caen al mar –o, mejor dicho, los fiordos noruegos– las casas se aferran a las laderas de las montañas, tiene un intricado dibujo de tierras y hay agua por todas partes. Bergen tiene una topografía tan espectacular como la de ninguna otra ciudad en el mundo.
En la época medieval de la Liga Hanseática, Bergen se enriqueció gracias a la pesca: en concreto, debido a la exportación de pescado seco –pesca del archipiélago Lofoten, en la parte de norte de Noruega, que se traía a Bergen para su secado, procesado y distribución. Las lonjas de Brygge todavía ofrecen una colorida vista al borde del mar y el museo Hanseático muestra una auténtica visión de la historia de la ciudad.

Cerca, el Håkon Hall de 750 años merece una visita por su inmenso tamaño -aunque los 750 años de antiguedad es algo discutible, ya que la sala ha tenido que ser restaurada varias veces como consecuencia de incendios, de los que Bergen parece haber sido vícitima de muchos. El último –la voladura en la Segunda Guerra Mundial de un barco alemán que transportaba explosivos– se llevó buena parte del Håkon Hall y del resto de Brygge: todavía se debate si fue un accidente o un sabotaje.
Si está leyendo Bachtrack, seguramente le interesará la música, y no le sorprenderá que gire en torno al descendiente más famoso de Bergen (y de hecho, el único compositor noruego realmente conocido internacionalmente), Edvard Grieg. El museo que lleva su nombre está en Troldhaugen, a 20 minutos del centro de la ciudad. La sala de conciertos adyacente sufrió una profunda remodelación entre 2012-2015. Desde las butacas, si mira sobre el piano ve el fiordo, y la cabaña en la que Grieg se inspiró para tantas de sus obras. Puede que sea el sitio más bonito del mundo para escuchar música de piano, y hay numerosas oportunidades de disfrutar tanto de pianistas conocidos como emergentes, con alrededor de 400 conciertos al año. La mayoría tienen lugar en verano, que es, con toda probabilidad, cuando estará allí: Bergen se reaviva durante el Festival Internacional en mayo y, en cualquier caso, querrá asegurarse de que visita la ciudad y los alrededores cuando luce el sol.
De vuelta al centro de la ciudad, el brutalista Grieghallen no puede igualar Troldhaugen en belleza, pero es cómodo, amplio y tiene una acústica apta para la música sinfónica de gran escala. También es la sede de una oquesta de primer orden: la Filarmónica de Bergen, acutalmente bajo la tutela del director principal Edward Gardner (tiempo atrás, Grieg fue director artístico durante un periodo).
Este año, la Ópera Nacional de Bergen celebra su décimo aniversario. Esperan tener su propio teatro de ópera algún día, pero de momento, comparten el Grieghallen con la Filarmónica (que es también la orquesta de la ópera). En un país de aficionados a la ópera relativamente conservadores, la Ópera Nacional de Bergen se ha esforzado por proponer un variado repertorio y la directora artística actual, Mary Miller, tiene una clara tendencia hacia lo espectacular: la producción de Il turco in Italia que vimos y las fotografías del producciones anteriores –en concreto de Golden Cockerel, de Rimsky-Korsakov– eran auténticos festines para la vista.
Los amantes de las artes visuales pueden visitar un conjunto de cuatro museos en el centro de la ciudad denominados, sencillamente, KODE 1, 2, 3 y 4 (la misma organización dirige el Museo Grieg y los museos de otros dos compositores, y el KODE 1 y 2 están cerrados en el momento de escribir este texto, y abrirán en mayo y noviembre de 2017, respectivamente). KODE 3 albrega una excepcional colección de arte noruego, con piezas maravillosas de uno de sus mejores paisajistas, el pintor Johan Christian Dahl y un colección magnífica de Edvard Munch. Aquí se muestra un autorretrato hecho cuando estaba en una clínica recuperándose de un ataque nervioso: está claramente en recuperación y entusiasmado.
De entre las piezas en exposición en el KODE 3, hay una pared cubierta de la decoración más increible, hecha de piel pintada y repujada, y ricamente dorada. Esta foto muestra solo un pequeño detalle del mural (lo que ve son unos 30 cm cuadrados).
Tanto a los compositores como a los artistas visuales no les podía fallar la inspiración en un entorno como este, y usted querrá disfrutar de los mismos paisajes, preferiblemente en un crucero por los fiordos. Marzo no es el mejor momento para ello –Bergen es muy lluvioso– pero incluso en marzo, no pudimos evitar conmovernos por la formidable belleza de los cabos y las granjas brillando en la neblina.
Para cuando le entre el hambre, la escena gastronómica de Bergen ha crecido a pasos agigantados, pero le avisamos: salir a comer en Bergen es un pasatiempo caro. Nos recomendaron que nos dirigiéramos a Bare Vestland, que sirve platos del tamaño de tapas, hechos con ingredientes sencillos y cuya elaboración requiere una cuidadosa técnica; también tienen excelente cerveza procedente de distintas micro-cerveceras locales. Un capricho.