No es fácil encontrar ejemplos de iniciativas musicales privadas en Europa que hayan logrado consolidar una temporada orquestal estable en sólo seis años, sin apenas apoyo público y en medio de una crisis económica que ha golpeado con fuerza a muchas compañías. Mientras que varios festivales españoles surgidos en la última década al calor de las subvenciones públicas han decaído o directamente desaparecido, la Fundación Excelentia ha desarrollado un proyecto sostenible apoyado por más de 700 abonados y con más de 60 conciertos por temporada. Aquí damos varias claves que explican cómo este joven proyecto ha conseguido una posición respetada en la ya de por sí poblada temporada orquestal madrileña.

Mientras que la mayoría de los promotores privados normalmente prefieren ofrecer una temporada basada en orquestas externas, la piedra angular del proyecto de Excelentia es precisamente la Orquesta Clásica Santa Cecilia. Fundada en 2002 por Javier Martí, el presidente de la Fundación, ha pasado de ser una orquesta de cámara semiprofesional a convertirse en la orquesta sinfónica privada más relevante de la capital. Desde la inauguración de la primera temporada completa de la Fundación en 2009, la orquesta ha ido perfeccionando un estilo reconocible y novedoso, gracias, en palabras de Martí, a “un equipo de músicos entusiastas y comprometidos, una construcción progresiva del repertorio y una selección cuidadosa de directores”. Verdaderamente cuidadosa: el director titular actual es Grzegorz Nowak, director asociado permanente de la Royal Philharmonic Orchestra de Londres, y además la orquesta se enriquece cada temporada con los aportes de directores internacionales de renombre de la talla de Fréderic Chaslin, Daniel Raiskin, Thomas Sanderling, Ken David Masur, Michael Jurowski y Paul Goodwin.

Primordialmente versada en el repertorio Clásico y Romántico, la orquesta está en constante evolución, conquistando nuevos repertorios y consolidando un sonido cada vez más rico: después de una exitosa 2ª de Mahler en 2011, tuvo su momento de la verdad en 2012 con la Sinfonía alpina de Richard Strauss, cuando la orquesta alcanzó el récord de 120 músicos. Esta ambición musical garantiza una interesante interpretación de la 5ª de Mahler en abril, en la que la Orquesta Santa Cecilia estará acompañada de la New York Chamber Orchestra.

La orquesta está por tanto bien entrenada en el gran repertorio sinfónico y es una sólida acompañante de solistas de primera fila. De hecho, algunos de los conciertos más atractivos de esta temporada vienen de la mano de tres extraordinarios músicos internacionales: Vadim Repin tocará el Concierto para violín de Bruch, Gordan Nikolic interpretará y dirigirá el magnífico Concierto para violín de Tchaikovsky y Krystian Zimerman tocará el 4º concierto para piano de Beethoven, una cita esperada con ansia por los habituales de la Fundación.

Este énfasis en lo sinfónico no ha impedido varios acercamientos a la ópera, con todos los retos que ello implica para un promotor privado. Después de producir versiones de concierto de Aida, La traviata y Cavalleria rusticana, esta temporada abre con un concierto de números corales de óperas de Verdi y Wagner interpretados por la Sociedad Coral Excelentia. Otra cita imprescindible con la ópera vendrá con el recital de bel canto de Olga Peretyatko y Dimitri Korchak en el Teatro Real.

La orquesta se ha convertido también en un intérprete de excepción del repertorio clásico español. Además de un concierto de zarzuela en mayo, por la festividad de San Isidro, la orquesta ofrecerá un ciclo de dos conciertos en junio bajo el título de “Noches Españolas”. El primero presentará piezas internacionales inspiradas por la cultura española, como la Sinfonía española de Lalo o el Capricho español de Rimsky Korsakov. La segunda noche contará con el estreno en Madrid de Zarautz, obra del compositor vasco Ángel Illarramendi, conocido por sus bandas sonoras de películas como Tasio o El hijo de la novia. El concierto también contará con dos obras imprescindibles de Falla, Noche en los Jardines de España y las suites de El sombrero de tres picos. Un toque final español para una temporada equilibrada y bien planteada.

Siendo una iniciativa privada, la relación con el público – comprender sus gustos, atender a sus expectativas – es fundamental para la vitalidad de la compañía. El afán de atraer a nuevos públicos ha surtido efecto gracias a una concepción abierta del repertorio, ya que se incluye un ciclo enteramente dedicado a otros géneros orquestales como el musical, el jazz, el tango o el pop sinfónico. Como señala orgulloso Javier Martí, no es raro encontrar entre los habituales de la Fundación gente que se estrenó en el Auditorio gracias a uno de  sus conciertos y que son asiduos desde entonces. Esto crea una sensación de comunidad y fidelidad que no se encuentra en otros ciclos musicales, un ambiente reforzado por conferencias, conciertos informales con degustación de vino los sábados por la noche y programas pedagógicos para niños los domingos por la mañana.

El programa infantil es de hecho uno de los pilares de la Fundación. Cada concierto gira en torno a un tema (musicales, cine, villancicos) o un compositor (Händel y Vivaldi) y está conducido por un presentador que introduce la música acompañado a veces de una dramatización que enganche a los más pequeños. El peso relativo del programa pedagógico en la temporada (10 de 42 conciertos en Madrid) demuestra el compromiso de la Fundación con el fomento del público futuro.

Martí espera que la Fundación dé un nuevo paso adelante en los próximos años. Ya se han llevado los principales ciclos a Valladolid y Zaragoza y esta temporada se inaugurarán también en Alicante. Además se está diseñando una expansión internacional, con conciertos ya previstos en Reino Unido y Portugal.

En poco tiempo la Fundación Excelentia se ha convertido en una pieza esencial de la escena musical madrileña. Gracias a su trabajo, la temporada de Madrid es ahora más diversa, más inclusiva y más adaptada a los gustos siempre cambiantes del público. Las arduas circunstancias económicas y artísticas en las que el proyecto ha crecido han imprimido en la oferta de la Fundación un sello de creatividad y un loable deseo de permanente mejora que auguran un futuro más que prometedor.