Cuando no está sobre las tablas de los teatros de ópera más prestigiosos del mundo, el tenor alemán Jonas Kaufmann está ocupado con repertorio olvidado y ganando nuevos fans para compositores como Hugo Wolf y Ambroise Thomas. A principios de año, Kaufmann invitó a las mezzosopranos Kate Aldrich y Anita Rachvelishvili a que se unieran a él en una gira por cuatro ciudades de Alemania, en la que interpretaron selecciones de "L'Opéra", su lanzamiento discográfico en 2017 con lo más destacado del repertorio operístico francés. Durante los ensayos en Praga con el director Jochen Rieder y PKF - Prague Philharmonia, Kaufmann se tomó un descanso para hablar sobre su interés en compositores ignorados y reflexionar sobre una carrera que lo ha llevado a la cima de su profesión.
Ha desarrollado una brillante carrera con ópera italiana y alemana en su mayoría. ¿Qué le llevó al repertorio francés?
Tengo la impresión, y creo que es correcto, de que la ópera francesa está subestimada. Es una música fantástica, y por desgracia, no se interpreta lo suficiente. Son frecuentes óperas como Faust, Manon y Carmen, pero hay mucho más. Hace muchos años, en el sur de Francia, hice Mignon de Ambroise Thomas, y lo disfruté mucho. Es música típica francesa, lo que significa que es muy colorida, quizá algo endulzada, pero es muy intensa, con un enfoque de los sentimientos distinto a, por ejemplo, el verismo italiano, en el que llegan como una oleada, con un martillo. Los franceses lo relatan con delicadeza, muy frágiles, es completamente diferente.
Hiciste algo similar con Italienisches Liederbuch, en el que Diana Damrau y tú cantáis Hugo Wolf.
Sí, Diana y yo hicimos una gira con eso el año pasado, y en todos y cada uno de los conciertos me hacían la misma pregunta: ¿Por qué demonios estás haciendo Wolf? Pero ya ves, la gente plantea esta pregunta porque no conocen a Wolf. Lo conocen en su contexto y creen que sonará como todos los demás. Pero en cuanto escuchas la música de Wolf, comprendes que es un mundo completamente diferente.
La próxima temporada haremos Die tote Stadt en Múnich, y estamos teniendo la misma discusión sobre Korngold: ¿Qué diablos estás haciendo? Es demasiado moderno, ¿no? Pues no, en absoluto. Es romántico tardío. Pero a menudo las personas opinan aunque no conozcan la música.
¿Cómo se han recibido tus recitales del repertorio francés e italiano?
Muy bien, especialmente los conciertos franceses, que ya he hecho varias veces. A la gente le encanta, en parte, porque no solo hago arias: invito a una mezzosoprano para que también podamos hacer escenas. Las arias son en su mayoría muy íntimas, pero necesitas conocer el entorno para comprender la profundidad de las emociones, y aquí es donde la ópera francesa realmente se activa. Como en el primer acto de Werther, en el que caminan en la oscuridad y, de repente, hay tanto color, tanta riqueza en el sonido, y comprendes sus sentimientos. Mi experiencia es que puedes llevar al público en ese viaje y al final del concierto saben mucho más sobre la ópera francesa de lo que esperaban. No es que lo haga con fines educativos, pero tiene ese resultado.
Ha hablado en ocasiones sobre las dificultades de programar con cuatro o cinco años de anticipación, que es lo que piden los principales teatros de ópera, con la esperanza de que su voz e interés en los roles sean los mismos. ¿Los recitales le ofrecen más inmediatez y más control?
Cierto, absolutamente cierto. Los conciertos y recitales de Lieder es donde tienes mayor libertad artística y no están limitados por las expectativas de los demás. Si le pregunta al promotor medio o al público del concierto qué prefieren, es probable que quieran que cante "Nessun dorma", y lo entiendo, eso vende entradas. Pero si escuchas al mismo artista hacer las mismas arias una y otra vez, bueno, para mí, quiero escuchar otra cosa, ver diferentes aspectos, diferentes ángulos. Por eso me niego a hacer una ópera como Tosca una y otra vez. Me encanta esa música, pero si la canto con demasiada frecuencia, la calidad disminuye porque no la veo como algo especial. Se convierte en una rutina que al final destruye la magia.
¿Te enamoraste de la ópera en un momento dado o fue algo que se desarrolló poco a poco?
Ya de niño me gustaba actuar, me gustaba interpretar personajes. Solía entretener a mis padres y sus amigos siendo un crío. Y siempre estaba cantando. Pero nunca pensé en convertirme en cantante. Ni siquiera sabía que esto existía. Comencé a estudiar matemáticas, porque eso era lo propio, algo sólido y con futuro y con garantías de conseguir un trabajo (a diferencia del canto, en el que nunca se sabe lo que vendrá y si tendrás éxito o no). Tenía 15 años cuando recibí mis primeras lecciones de canto, mi profesor sugirió que acudiera al conservatorio de Múnich y allí me di cuenta de que realmente podía estudiar canto como cualquier otra asignatura en la universidad. No tenía ni idea.
Tus dotes para el escenario son evidentes.
Nunca estoy nervioso, a diferencia de algunos, que ven al público como un elemento crítico, tal vez incluso un enemigo, y tienen miedo de sus opiniones y juicios. Yo sé que la audiencia no viene a burlarse de mí, vienen a divertirse, y todo lo que necesitas hacer es darles lo que piden. Creo que es bastante simple.
Empezaste a cantar porque te resultaba divertido
Y sigue siendo divertido, es muy divertido. Pero además, ser un cantante es fantástico porque tú eres el instrumento. No hay ningún otro instrumento que tenga una conexión tan cercana con tus pensamientos, sentimientos y emociones que la voz. Y cuando dominas tu instrumento, proyectas constantemente tus emociones poniéndolas en orden. Ningún otro instrumento es capaz de hacer esto de una manera tan intensa.
Otra característica de su carrera ha sido su negativa a ser encasillado. Nunca ha querido que lo consideren, por ejemplo, un tenor mozartiano o un tenor wagneriano.
En muchas ocasiones me han dicho lo contrario y me han aconsejado que me especializara, de ese modo, mi carrera avanzaría. Por ejemplo, si eres un tenor rossiniano, eres una de las opciones obvias para cantar en una ópera de Rossini, lo que probablemente te ayude a conseguir más trabajos.
Pero, primero, no quería ser ese tenor. Y segundo, siempre he creído que no podía ser lo suficientemente bueno en una categoría, sin la experiencia de haber trabajado otras. Por ejemplo, puedes obtener la potencia necesaria para la ópera francesa, donde muchos otros no saben cómo emitir un gran sonido de la nada (lo que sucede en el repertorio francés muy a menudo), porque has trabajado esa capacidad con Wagner y el repertorio alemán.
¿La diversidad de repertorio también te ha ayudado a mantener la voz fresca?
¡Absolutamente! Al menos, estoy convencido de que este es el caso. Por supuesto, esta no es una receta que funcione para todos. Lo que creo que es importante es no limitar tu instrumento según tradición y pensar que tu voz solo es buena para esto o aquello, sino por tu naturaleza. Algunos de los roles que no estás seguro de que puedas hacer son los que abren las puertas y te llevan al siguiente nivel. Mi primer gran papel en Verdi fue cuando hice Traviata en Stuttgart. Tiene estos momentos en los que puedes ser cuidadoso o atacar realmente, como en el segundo acto, cuando Alfredo se enfrenta a Violetta y le devuelve su dinero. Esto me abrió al repertorio italiano, me di cuenta de que había muchos más papeles italianos que podía asumir.
Igual que con Florestan. Nunca soñé con hacer Florestan. Pero me animaron a que probara, así que lo practiqué, lo ensayé, lo canté varias veces. Y mi profesor en ese momento me dijo: "Si aún no estás cansado, probablemente significa que esté bien para ti!" Así que lo hice, y sentí que finalmente alguien me había limpiado la garganta, me permitió ofrecer una mayor proyección de la voz. Así que no fue algo que me hiciera daño, sino al contrario, en realidad abrió mi voz.
Todo esto me ayudó a mantenerme en forma y con buena salud. Y también mentalmente, para disfrutar de lo que estoy haciendo y no aburrirme. Pero una vez más, era algo que mi voz era capaz de hacer. Tienes que aceptar lo que tienes, y no solo decir, quiero, quiero, quiero hasta que se rompa.
Hablando de gestionar su voz correctamente, el año pasado fue el primero en el que no hubo cancelaciones.
¡Sí! ¡Ja, ja!
Ha recibido muchas críticas a cause de las cancelaciones. ¿Siente que el año pasado es una reivindicación de cómo ha manejado su voz y sus apariciones?
Bueno, sí, pero son muchas cosas diferentes, algunas de ellas coincidentes. Por ejemplo, ahora evito la puerta de artistas en invierno. Siempre quiero estar ahí para los fans, creo que es importante mostrarse y dedicarle tiempo a eso. Pero, si después de haber cantado dos horas en el escenario, estás parado en la calle en un frío enero, y todos alrededor están tosiendo, abrazándote y agarrándote, estás pidiendo problemas. No puede ser, sencillamente, no puede ser. Al principio fue difícil para mis fans, pero al final valió la pena.
¿Cómo ve su carrera en el futuro?
Tengo la intención de cantar el mayor tiempo posible, lo que creo que serán otros diez o quince años. Obviamente, debes ser muy crítico contigo mismo, mantener tu posición solo porque tienes un nombre, puede ser bastante triste. Pero en este momento soy capaz, creo, de hacer el 99% de lo que podía hacer cuando era joven, además de todo lo que he añadido. La voz aún es fresca y flexible, puedo hacer todo tipo de cosas con ella. No veo ningún límite a causa del envejecimiento ni nada de eso.
Así que veo que mi carrera continúa básicamente de la misma manera, lo que significa que cada temporada intento agregar un nuevo rol. Haremos Die tote Stadt en otoño, y en un par de años, Tannhäuser, y después vendrá Tristan, y tal vez Palestrina más tarde. Y quizá Siegfried, no lo sé. Esto no es algo que sea absolutamente necesario, porque si significa que debo limitarme de otra manera, como no cantar recitales de Lieder tal y como hago ahora, entonces no lo hago.
Aparte de eso, en cuanto a mi carrera, no pretendo llegar más lejos, porque esto es todo lo que puedes conseguir. El desafío para mí ahora no es llegar allí, sino permanecer allí.
Traducido del inglés por Katia de Miguel