Con un ambiente de gala la Sinfónica de Galicia ha dado el pistoletazo de salida a su nueva temporada, en la cual debuta oficialmente como titular Roberto González-Monjas . Un proyecto ilusionante, pues, aunque el legado de Dima Slobodeniouk sigue vivo y resplandeciente, la trayectoria y el carisma de Monjas está convirtiendo cada uno de sus conciertos en auténticos acontecimientos. El atractivo programa reunía el estreno en España de una obra de Anders Hillborg y dos obras de gran repertorio de Sibelius y Dvořák.
El concierto se abrió con un homenaje al chelista de la OSG Vladimir Litvikh, prematuramente fallecido. Sus compañeros de sección interpretaron el emotivo Locust iste coral de Bruckner en una singular versión. Eleven Gates, de Hillborg combina una orquestación densa e imaginativa con un gran impacto narrativo; una fórmula que numerosos compositores escandinavos han exportado a todo el mundo. Su narrativa se basa en episodios que a modo de puertas dan paso a mundos sonoros contrastantes. Muy adecuada para una nueva etapa en la que Monjas abrirá un sinfín de estimulantes puertas. La realización de la orquesta y Monjas dejó claro que la presencia de esta música no es un capricho. Destacaron las imaginativas habitaciones de espejos y el gran clímax central del Great Wide Open con excelsos metales, pero ciertamente cada puerta fue en sí misma un espacio rebosante de magia orquestal.
Tras su Laló y Brahms de pasadas temporadas, Clara-Jumi Kang daba un salto adelante con Sibelius. Kang lució el fantástico sonido de su Stradivarius, de hermosos y penetrantes graves. La concepción de Kang fue introspectiva y contenida, con un soberbio moderato assai central en el primer movimiento, atípicamente estático. En la parte orquestal hubo un todo integrado en el que el segundo movimiento alcanzó un carácter sublime como pocas veces hemos escuchado.
González-Monjas ofreció una versión lapidaria de la tópica Sinfonía del Nuevo Mundo. Rebosante de intensidad y personalidad, se caracterízó por unos tiempos extremadamente vivos. Pero por encima de la concepción de la obra, el éxito radicó en la explosión de química entre Monjas y sus músicos. Aunque todas las secciones estuvieron a su máximo nivel, fue memorable como sobresalieron las cuerdas de la OSG, sonando como si fueran un único instrumento, con precisión, gusto y agilidad extrema. Esa energía y precisión que escuchamos con admiración en orquestas británicas o alemanas. En el Largo, mención especial para el corno inglés de Carolina Canosa (quien parte para la ORCAM) dejándonos de recuerdo un solo magnífico, sobrio y sin abusar del rubato que se integró a la perfección con el sexteto de cuerdas en el meno mosso.
La dirección de Monjas demostró una clarividencia constante durante la noche. Sus entradas estuvieron meticulosamente modeladas y su control de las dinámicas y tiempos fue impecable. Su concepción, podrá gustar más o menos, pero nació directamente de la esencia de la música. Dada su juventud, su titularidad será una oportunidad única para explorar todo tipo de repertorios. En resumen, con un talento tan palpable y una visión tan fresca, el futuro bajo la batuta de Monjas promete ser una nueva era dorada para la OSG.