Concierto para violonchelo de Elgar

Ineludiblemente vinculado a la figura carismática de Jacqueline du Pré, que dejó a la posteridad la versión de referencia, el Concierto para violonchelo en mi m de Edward Elgar se inaugura con la conocida declamación de la voz solista, en el primer plano de la acción dramática. Sin complejos refulge la fortaleza de quien exhibe la propia vulnerabilidad, en una obra vertebrada por el protagonista -aquí el virtuoso austríaco Kian Soltani, internacionalmente reconocido- que, alimentado por los diálogos con la orquesta, traza una especie de itinerario por la vida afectiva.

La alternancia de vehemencia y sutilidad se transmite mediante un lenguaje muy diferente al de la Sinfonía n.º 10 de Dmitri Shostakóvich. Una obra aparecida en el año en que murió Stalin, y que debía suponer un cambio en la consideración del compositor ruso (convertido en sospechoso por el régimen, después de haber sido encumbrado como artista del pueblo). Discretamente alejada de sus anteriores obras, la sinfonía -en palabras del inolvidable violinista David Oistrakh- destaca por una fuerza que “radica en el enorme efecto dramático, la agudeza de los conflictos, y la hermosa propiedad de su lenguaje”.