El Gran Teatre del Liceu acogió en la noche de ayer dos obras ideadas por el actual director artístico del Ballet du Grand Théâtre de Genève, Sidi Larbi Cherkaoui, encamarcadas por el protagonismo de la unidad y la metáfora. A día de hoy, la de Cherkaoui es una de las compañías de danza más representativas en el panorama internacional por su visión, donde la creación interdisciplinar y la indagación de posibilidades creativas son algunas de las huellas identitarias del conjunto. En la mirada del coreógrafo y bailarín belga, la simbiosis entre culturas y movimientos van de la mano casi siempre de una línea filosófica, dando como resultado un baile comunicativo que transciende en diversidad de cuerpos, percepciones y contextos. A través de un ideario artístico formado por el trabajo colectivo y la recreación estética en las construcciones de baile, el díptico que formaron Faun (2009) y Noetic (2014) fueron dos piezas bien diferenciadas entre sí, pero unidas por la misma elegancia de movimientos, la proyección imaginativa y por la reacción de un público plural que respondió ovacionando a Cherkaoui y su equipo.

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Óscar Comesaña en Faun en el Liceu
© Sergi Panizo | Gran Teatre del Liceu

Faun propuso una reinterpretación a la mítica coreografía de Vaslav Nijinski, realizada para los Ballets Rusos a partir del Prélude à l'après-midi d’un faune de Debussy. Partiendo originalmente del poema de Mallarmé, relatando el encuentro de un fauno y una ninfa en el bosque, se ejecutó con la única presencia del dúo protagonista (Madeline Wong y Óscar Comesaña) que encarnaba a las criaturas mitológicas. Con pequeñas incisiones musicales de Nitin Sawhney, cruzadas con la pieza de Debussy, marcaron los cambios estilísticos del desarrollo; a pesar de mantener una línea clásica, los movimientos tendían progresivamente a lo intuitivo y arquetípico de los personajes, mostrando más detalladamente el espíritu arcaico de sus personalidades. Un juego de conexiones entre el uno y el otro con el entorno, representando con intensidad y énfasis lo múltiple y ligero de la propuesta, sin dejar de ser al mismo tiempo dual y primigenia. La metamorfosis de los bailarines en aquello medio humano-medio animal resaltó el aire despreocupado en la definición de los movimientos, cargados la mayoría de ellos de una tensión carnal camuflada. Los gestos salvajes se entrelazaban con lo infantil, marcando un carácter genuino de la historia contada, donde el vestuario orgánico y minimalista de Hussein Chalayan reforzó esa inocencia destilada de la pareja por la belleza de la fisicidad.

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Madeline Wong en Faun en el Liceu
© Sergi Panizo | Gran Teatre del Liceu

Noetic presentó un cuerpo de baile formado por veinte bailarines, que recreaba una sociedad sincronizada, mecanizada, envuelta en el vacío y que se reconstruye a partir del conocimiento; con dinámicas estructuradas por ciclos, el instrumentalista japonés Shogo Yoshii marcaba las secuencias de transición a base de los taikos, del shinobue y el kokyū. Junto al toque tradicional japonés, Szymon Brzóska creó una música que acompañaba al entrepaso de los cuadros colectivos: tanto en la construcción de estructuras de simbolismo numérico y subrayado en las series de repetición del baile (marcado por la rigidez, la duplicación y los patrones), así como la deconstrucción de los mismos, en el que se desvanecían dando paso a la fluidez de algunos solos (incluyendo breakdance). La elegancia de estas transmutaciones estuvo vestida por el vestuario de Les Hommes; de estilo formal, priorizando en el negro sobre el espacio lívido y vacío de Antony Gormley, los bailarines complementaban sus formaciones contando con elementos físicos que trazaban el discurso entorno a la capacidad del ser humano para estructurar realidades o abatir reglas. 

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Noetic por el Ballet du Grand Théâtre de Genève
© Sergi Panizo | Gran Teatre del Liceu

Estos elementos, que eran listones de fibra de carbono, hicieron a la vez de extensiones corporales como de elementos escenográficos; entre arcos y concavidades, crearon arquitecturas en el espacio uniéndose entre sí, como uniendo también las acciones individuales de cada bailarín en un todo con el conjunto, conectándose. Mostrando, al fin y al cabo, que no todo es perpetuo y que lo que es recto, en verdad es circular. La soprano Ana Vieira Leite sirvió como solista en este viaje, junto con Yoshii, en los cambios de estadio de la pieza. La escena en su conjunto iba más allá de encontrar una solución estética, sino de inspeccionar sobre el territorio de las posibilidades, y específicamente en las posibilidades de conexión entre la humanidad y el universo. Conjugando rigidez con flexibilidad, Noetic fue la desintegración de una máxima supuesta para dar paso a otras eventualidades.

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Noetic por el Ballet du Grand Théâtre de Genève
© Sergi Panizo | Gran Teatre del Liceu

Con ello y con todo, la compañía de Cherkaoui consiguió que el público del teatro catalán respondiese con afán, a pesar de no lograr un pleno lleno en el estreno. Pero estos artistas visuales, músicos, diseñadores y bailarines lograron muy posiblemente uno de los espectáculos de danza más icónicos de la programación de este año en el Gran Teatre del Liceu.

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