La bohème de Puccini es un canto a la juventud y a los ideales utópicos de la vida bohemia, pero también es el reflejo de cómo la crudeza de realidad puede hacer que todo se desvanezca. El compositor italiano, especialista en el verismo, supo reflejar la cotidianidad de la vida de sus personajes principales, en la que la amistad fraternal y sus historias de amor son el eje conductor de su trama. El Palau de la Música disfrutó de una mirada renovada de la obra, ambientándola en los prolegómenos del Mayo francés. Pau Monterde apostó por esta mirada acertada, en la que, al igual que en la época del grupo de los cuatro bohemios, la juventud y sus ideales fueron las protagonistas. Para ello se valió de una escenografía sencilla y un vestuario muy cuidado y colorido, que transportaron la sala modernista a la época ye-yé.

El elenco supo defender las melodías líricas de Puccini y el texto de Illica y Giaossa. La soprano Berna Perles, quien dio vida al personaje de Mimì, brilló en el escenario. Tanto su interpretación lirica como su actuación estuvieron a la altura de su personaje. La malagueña supo afrontar las exigencias técnicas que este requería brillando en momentos como "Si. Mi chiamo Mimì", ofreciendo unos agudos impecables, o "Sono andanti?", donde, mediante el manejo de las dinámicas cargó, aún más si cabe, la acción de dramatismo. Kenneth Tarver, como Rodolfo, hizo gala de su técnica en "Che gelida manina", donde brilló en todos los registros y ejecutó unos buenos fraseos. En los dúos con Perles, el tenor y la soprano demostraron una complicidad interpretativa que hizo resaltar las escenas más románticas entre ambos personajes. El barítono Milan Perišić presentó una gran actuación teatral de Marcello, sin embargo, su voz en los registros medios y graves quedó opacada por la orquesta en varias ocasiones, echándose de menos un poco más de proyección. Otra de las voces que destacaron durante la velada fue la de Sabrina Gárdez, que ofreció una Mussetta cómica y coqueta, y de la que cabe destacar su interpretación de "Quando m'en vo", donde pasaba del registro medio al agudo ágilmente y manejaba los legato con soltura. Arturo Espinosa, como Colline, cautivó a la sala con su interpretación de "Vecchia zimarra, senti", el color oscuro de su voz envolvió el Palau y expresó con gran sensibilidad el momento en el que el filósofo se despide de su viejo abrigo con el fin de conseguir dinero para ayudar a Mimì. Quim Cornet, interpretó un Schaunard correcto, del que se puede destacar su interpretación de "Abbasso, abbasso l’ autor!" con una buena dicción.
Por su parte, durante el segundo acto, el Cor d'Amics de l'Opera de Sabadell y la Coral de l'Escola Sant Nicolau ofrecieron uno de los momentos más destacables de la velada, con sus movimientos coreografiados, y donde todas las voces empastaron correctamente. El buen resultado de la ópera también vino dado gracias a la batuta de Daniel Gil de Tejada. El director supo explotar los colores de la Orquestra Simfònica del Vallès y destacar los motivos melódicos con los que se identifica cada personaje. La acción dramática se vio reforzada gracias a los tempi y las dinámicas elegidos por Gil de Tejada, aportando energía o delicadeza según lo que las diferentes partes requiriesen.
Disfrutamos de la representación de una Bohème moderna y llena de color, de la que poco se notan los ciento veintiocho años que separan su estreno del presente. El reparto y la Orquestra Simfònica del Vallès dieron vida a esta mirada más actual de la obra de Puccini, en la que su música y sus temáticas vigentes fueron las grandes protagonistas.