Le Concert des Nations volvió al Palau de la Música para presentar el último proyecto del pedagogo, investigador, violagambista y director Jordi Savall. Los años de colaboración entre el artista y esta casa confirman una vinculación más allá de compromisos concertistas, donde se constata la necesidad (y la buena acogida) que merece la música antigua en las programaciones. Los números no engañan; la sala de conciertos está a rebosar cuando Savall dirige o presenta un trabajo, en el que siempre hay una reivindicación a las pequeñas grandes joyas de la historiografía musical, olvidadas y/o relegadas de las salas de conciertos por otros colosos. “Els elements i les fúries” es otro paso más de Savall para proclamar este espacio y regalarnos a todos sonidos únicos. Con un programa dedicado a la diversidad de los géneros, especialmente a la danza y a la acción escénica, Le Concert des Nations interpretaron piezas de Rebel, Handel y Gluck con un lenguaje elegante, sereno y vívido.

Jordi Savall al frente de Le Concert des Nations en el Palau de la Música © Palau de la Música Catalana
Jordi Savall al frente de Le Concert des Nations en el Palau de la Música
© Palau de la Música Catalana

Savall dirigió un Les Éléments de J-F. Rebel en el que resaltó la energía que pivotaba entre movimiento y movimiento, mezclando estados que iban desde lo sereno a lo explosivo. Repleta de ascensos y descensos, el caos va y viene en diversas formas por todos los elementos fundacionales, hasta llegar finalmente a una exposición unitaria entre danzas y prólogos. Diez movimientos en los que el conjunto interpretó con viveza los inicios de la tierra (formado por los bajos), el agua (las flautas de líneas versátiles), el aire (acompañamiento de flautines) y el fuego (trazos dinámicos del sector de cuerda) en conjuntos disonantes y creando una unión formal de sinfonía. Entre medias, las danzas aparecían creando un impasse entre lo delicado y lo impulsivo. Savall resaltó los dinamismos y los contrastes, especialmente en la descripción de las armonías contrapuestas de cada grupo, donde la mezcla presentada del inicio se resolviese en un todo unitario de timbres y tonos. La dirección siguió con un pulso rítmico, festivo, en la Suite núm. 1 de Música acuática de Handel, siendo lo más destacado de esta interpretación. Entre estos episodios, la conjunción de nuevo entre la ligereza de las armonías y los pasajes rápidos recreaban una atmósfera enérgica entre la contraposición de cuerdas y vientos. Savall, con elegancia y refinamiento, presentó unas melodías sencillas, camufladas entre diferentes formas musicales y lenguajes, haciendo de un oboe extenso el protagonista de la pieza. Cabe aquí resaltar el esfuerzo y tino de todos los componentes, detrás de unas líneas que tienen una gran filigrana en la ejecución, concretamente en lo contrapuntístico.

La última pieza sería Don Juan o Le Festin de Pierre de C. W. Gluck, una música para ballet y con la máxima de lo descriptivo para este programa. Siguiendo con la presencia del oboe acompasado y repetitivo, junto con el clavicémbalo o la tiorba en el bajo continuo, el ritmo pulsado y la variedad de temas inundó la segunda parte del concierto. Tanto la orquesta como la dirección de Savall se volcaron en el equilibrio en los temas, haciendo de todos una masa móvil en los dieciséis números de la pieza, en el que desatacaron la versatilidad de los tempi de los violines y los vientos, arrastrando a la vez la fuerza temática de la obra. Un inicio que se prestó al gesto expresivo de toda la instrumentación, hasta ir desarrollándose en giros armónicos y manteniendo la misma postura enérgica presentada en las obras anteriores.

Le Concert des Nations y Jordi Savall volvieron a transportarnos a los tiempos de esas piezas, a su elegancia y a su sonoridad, que poco a poco, esperemos escuchar más en las salas.

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