El ciclo Salamanca Barroca ha presentado un concierto extraordinario en el que se han interpretado obras del renacimiento musical español. En un marco idílico para estas músicas, como es la Capilla del Colegio Mayor Fonseca, el grupo belga Vox Luminis deslumbró a los asistentes con sus maravillosas interpretaciones, siempre a capella y con un máximo de trece cantantes.

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Vox Luminis en la Capilla del Colegio Mayor Fonseca
© CNDM (Centro Nacional de Difusión Musical)

El concierto se centró en el excelso Officium Defunctorum de Tomás Luis de Victoria, no sin antes interpretar varias obras de Victoria y de Morales. Vadam et circuibo civitatem comenzó a sonar detrás de público, de manera que se escuchaban las voces, pero no se veía a los intérpretes; una sensación extraña, pero una magnífica introducción. Desde las primeras notas, Vox Luminis desplegó cualidades de máximo nivel: belleza sonora extraordinaria, claridad polifónica total –con una independencia entre las voces asombrosa–, un control exquisito de todas las texturas y unos balances cuidadísimos, más una gama dinámica muy personal; todo al servicio de una perfecta adecuación a los textos. Llamaron la atención los cambios de posición de los cantantes, una vez que se situaron en el escenario (a partir de la interpretación del conmovedor O vos omnes, qui transitis per viam), cambios que influían en la proyección del sonido y que se adaptaban perfectamente a cada pieza. El espléndido director Lionel Meunier, que también hacía funciones de bajo, marcaba algunas entradas y llevaba al conjunto con sutileza, pero la sensación era la de encontrarnos ante un perfecto conjunto de cámara. Vox Luminis triunfó también en las interesantísimas obras de Morales, desde el Circumdederunt me –con unos espléndidos los adornos– hasta el Parce mihi, Domine, donde resaltaron la serenidad y la increíble compenetración entre los cantantes.

Pero fue el Officium Defunctorum el broche de oro de la velada. Colocándose en un semicírculo, en una posición algo más cercana al público que en las otras obras, los cantantes desplegaron las virtudes mencionadas anteriormente para lograr una versión sensacional: emotiva, variada y de gran calado. Las secciones en gregoriano fueron realizadas principalmente por las sopranos, con excepción del comienzo del Offertorium, que fue entonado por los contratenores. Entre los innumerables logros de esta versión, podríamos destacar la belleza sonora del “Introitus”, la perfecta ejecución de las notas rápidas del Graduale, la luminosidad del Sanctus, o la prodigiosa manera de acabar en pianísimo el Responsorium, que daba fin a esta obra monumental. Un triunfo absoluto. Como regalo, los cantantes volvieron a ofrecer O vos omnes, qui transitis per viam, esta vez detrás del público.

Fue un concierto inolvidable por la calidad de la música, unas interpretaciones maravillosas y un ambiente que se nos antojó ideal para disfrutarlas.

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