Nueva velada de la Orquesta Sinfónica de Galicia que a priori prometía disfrutar del Concierto núm. 4 para piano de Rachmaninov, injustamente relegado frente a la popularidad de su Segundo y tercer conciertos. Sin embargo, la cancelación del solista obligó a reformular el programa incorporando a la primera parte la Suite de El lago de los cisnes, pieza emblemática de Chaikovski que, a pesar de su arraigo en la cultura musical, no es una presencia frecuente en los atriles sinfónicos. Este ajuste derivó en un programa monográfico dedicado a Chaikovski, bajo la batuta de Elim Chan, directora de ascendente trayectoria. Formada en el Conservatorio de Róterdam y laureada en el Concurso Donatella Flick, Chan se ha consolidado en el circuito internacional con podios al frente de la Filarmónica de Los Ángeles, la Sinfónica de Londres y la Gewandhaus de Leipzig, entre otros. Su dirección, caracterizada por una técnica depurada y una expresividad vehemente, se presentaba como ideal para la música de Chaikovski.
La suite de El lago de los cisnes no defraudó. La introducción, con su popular preludio, resultó dramática al máximo, subrayada por unas cuerdas empastadas y resonantes y unos metales hercúleos. Un Vals y vivo y grácil dio paso a la gran cadencia para arpa, que nos permitió recordar la extraordinaria artista que es Celine Landele, quien junto al violín de Massimo Spadano, desplegó una sonoridad cristalina, plena de refinamiento y lirismo. La apoteosis final fue obligadamente majestuosa y bien edificada, aunque vio empañado su impacto en el crucial Moderato, pasaje en el que la dirección de Chan pudo haber aportado un mayor dramatismo. El crescendo de la cuerda, clave en esta sección, pide más presencia para alcanzar el grado de conmoción que sólo los grandes directores son capaces de desplegar en este momento. No obstante, fue sólo una pequeña mácula en una suite de gran nivel interpretativo.
En la segunda parte, la Sinfonía núm. 6, "Patética", de Chaikovski se benefició de una interpretación coherente y de mayor intensidad en comparación a la anterior de la propia OSG, hace dos temporadas. Chan construyó un discurso fluido, con claros contrastes dinámicos, aunque en algunos pasajes ciertos excesos en los matices pudieron restar fluidez. Los tempi fueron de forma general vivos, sin dejar espacio al melodrama, casi idénticos a los de la reciente grabación de Kirill Petrenko con la Filarmónica de Berlín. Así, en el Adagio - Allegro non troppo, tras la densa sección inicial, el Allegro desplegó una tensión creciente, hilada con un sentido dramático certero. El clímax fue sobrecogedor, expansivo y realmente catártico, logrando una culminación de gran elocuencia y profundidad expresiva. En el Allegro con grazia, Chan subrayó la ironía del vals en 5/4 con un rubato expresivo que dotó de elegancia al movimiento. El Allegro molto vivace fue vibrante, con una progresión rítmica incisiva que desembocó en una lapidaria y beethoveniana conclusión. Por último, en el Adagio lamentoso la dirección alcanzó su punto más introspectivo, con una orquesta entregada a la desesperanza de su clímax final. En ciertos pasajes, Chan se mostró absorta en la partitura, lo que pudo restar comunicación directa con la orquesta, pero cuando lograba soltarse de la misma, como por ejemplo en el piu mosso su interpretación cobraba una intensidad especial, arrastrando a los músicos a una versión convincente y sentida al máximo. Los inspirados contrabajos de la OSG, encargados de cerrar la partitura, dotaron al Andante giusto de un profundo dramatismo y un halo de misterio que mantuvo al público en un silencio absoluto, subrayando la intensidad del desenlace.
En definitiva, fue un muy solvente y efectivo monográfico Chaikovsky en el que disfrutamos de un despliegue de talento orquestal en el Lago de los cisnes y una Sexta sinfonía por fin dramática y contrastada para mayor gloria de Elim Chan, la OSG y la música de Chaikovski.