Todavía impactados por la atemporal grandeza de la música de Bach, el Festival de Santander nos transportaba, 24 horas después, en su concierto de clausura, a un atractivo programa formado por clásicos del siglo XX. Todo un símbolo del eclecticismo de una programación que a lo largo de todo el mes de agosto ha cubierto en sus 40 conciertos una amplísima gama de géneros, épocas y agrupaciones vocales e instrumentales.

Si la Orquesta del Festival de Budapest y su titular Iván Fischer, habían presentado en previas ocasiones en el FIS pesos pesados del gran repertorio, como fueron la Tercera y Cuarta sinfonía de Mahler, en esta ocasión optaron por un programa más accesible y festivo, de lo más apropiado para celebrar el hito que ha supuesto completar la mágica cifra de 70 ediciones del festival cántabro. Obras que permitieron a la orquesta exhibir la pasión y el compromiso musical que le han llevado a formar parte del famoso top ten de las orquestas europeas, y que, a tenor de lo escuchado en Santander, son cualidades plenamente vigentes.

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Dejan Lazić, Iván Fischer y la Orquesta del Festival de Budapest
© Festival de Santander | Pedro Puente Hoyos

El arranque no podía ser más desenfadado, pues es difícil imaginar una obra más despiporrante que El buey en el tejado de Milhaud, con su collage de tangos, sambas, fados, etc. Se trata, sin embargo, de una sofisticada partitura, que no nace del folklore brasileño, como tantas veces se ha dicho, sino de la música urbana de Río y Sao Paulo, la cual, en manos de Milhaud, es europeizada, incorporando los avances rítmicos y tonales del período de entreguerras. La interpretación de Fischer, comedida, se recreó en estos aspectos más vanguardistas, dejando que los recurrentes estribillos festivos constituyeran un provocador contrapunto.

En el Concierto en sol de Ravel, como en toda la velada, Fischer adoptó su distribución orquestal favorita; con los contrabajos al fondo de la sala, y los violines primeros y segundos separados antifonalmente. A ello añadió la ubicación del corno inglés junto al pianista. Dejan Lazić mostró una asimilación absoluta del lenguaje de Ravel, incidiendo al máximo en el carácter impresionista del Allegramente inicial, y exhibiendo sutileza y pureza de sonido, pero al mismo tiempo un virtuosismo pletórico. La orquesta se movió como pez en el agua dando vida a la fascinante escritura orquestal de Ravel. Así destacó el solista de trompeta, por su sonido portentoso y su jazzística versatilidad -excelente muestra de la afamada escuela húngara en este instrumento-, pero también disfrutamos de unas cuerdas plenas de vigor y perfectamente empastadas. El sublime Adagio sorprendió por su intimismo, saboreando Lazić al máximo cada giro melódico. La fusión con las maderas fue de una delicadeza indescriptible, mientras que el clímax central sorprendió por su serenidad. Únicamente en el diálogo entre el corno inglés y el piano, éste último se mostró retraído. Sin embargo, Lazic recuperó el protagonismo llenando por sí solo el escenario con un electrizante Presto. Como propina ofreció una crispada interpretación de la Danza en estilo búlgaro del Mikrokosmos de Bartok.

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Iván Fischer y la Orquesta del Festival de Budapest en el Palacio de Festivales
© Festival de Santander | Pedro Puente Hoyos

Durante el breve descanso técnico, Fischer permaneció junto a sus músicos en los últimos atriles, conversando y bromeando, para retomar el programa, con dos etéreas interpretaciones de orquestaciones de Satie: la Gymnopedie núm. 3 y la Gnossienne núm. 3. Y tras ellas, el plato fuerte, la Danzas de Galanta de Kodaly, obra que los músicos llevan en su ADN y a la que dieron vida de una forma absolutamente idiomática, imprimiendo carácter a cada acorde, nota, inflexión. Fue una versión más expansiva que la registrada por el propio compositor, pero no por ello menos auténtica ¡Y absolutamente sublime!

La despedida de la BFO no podía haber sido más entrañable y ¡sorprendente! En medio de los aplausos, los músicos se levantaron al unísono para partitura en mano, abordar ¡Una pieza coral a capella! El Coro op. 29 núm. 1 de Dvorák, Místo klekání “Adoración vespertina”. En absoluto improvisado, pues tal como se recoge en otras reseñas de Bachtrack, estos coros formaron parte del programa que Fischer y la BFO hicieron en Múnich hace tres años y son parte del amplísimo bagaje de la BFO ¡No sólo orquestal!

El alojamiento en Santander de Pablo Sánchez ha sido facilitado por el Festival Internacional de Santander.

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