Programa cohesionado y sumamente interesante el que la Real Filharmonía de Galicia llevó a la temporada de la Sociedad Filarmónica de Lugo, al que se sumaba el aliciente de disfrutar de uno de los más interesantes talentos del violonchelo actual, Nicolas Altstaedt, en su doble vertiente de concertista y director. Tal y como atesteguamos ya hace cuatro años en su emotiva interpretación del hermosísimo Concierto de Walton con la Sinfónica de Galicia, Altstaedt no sólo es un chelista de primera línea por su técnica privilegiada y por el carácter y la belleza del sonido que extrae de su instrumento, sino que es además un músico total, con una personalidad abrumadora, que contagia tanto al público como a los intérpretes. Y qué mejor prueba que la forma en que consiguió que una obra archiprogramada como es el Concierto de Schumann sonase en sus manos como una pieza nueva, llena de mil y un matices que convirtieron la interpretación en un fascinante viaje sonoro. La inmediatez que se establece entre los intérpretes y el público en el Salón Regio del Círculo de las Artes fue un aliciente especial que multiplicó la carga emocional de la interpretación.

Nicolas Altstaedt acompañado por la Real Filharmonía de Galicia © Real Filharmonía de Galicia
Nicolas Altstaedt acompañado por la Real Filharmonía de Galicia
© Real Filharmonía de Galicia

Interpretativamente, el hecho más llamativo fue que Altstaedt en su doble papel de chelista y director abordó el concierto siguiendo fielmente las indicaciones metronómicas del compositor. Recuerdo el impacto que me supuso en el año 2016 escuchar la obra en Casa da Música de Oporto al finlandés Ansi Karttunen, paladín de esta tendencia interpretativa que en la actualidad se está convirtiendo en mayoritaria, y que nos permite redescubrir la obra tal como Schumann la concibió. Por otra parte, la plantilla de la RFG, con una sección de cuerdas de proporciones similares a la orquesta de Schumann en Leipzig, se convirtió en el contrapunto perfecto.

El resultado fue una interpretación desprovista de fluctuaciones del tiempo arbitrarias, que tan a menudo resultan amaneradas, en la que el discurso musical fluyó de una manera mucho más abrupta, menos acomodada; muy estimulante para el oyente. En el Nicht zu schnell disfrutamos de una incandescente combinación de los elementos que Schumann combina de forma bipolar a lo largo de toda su música: el lirismo más hondo y una incesante ansiedad febril. El Langsam, víctima en el pasado de un estático y pesado rubato, cobró una dimensión nueva. Su poderoso etwas Lebhafter, “algo más vivo”, retomó el carácter del primer movimiento de una forma rabiosa. Fue una nanopartícula musical premonitoria de los grandes estallidos wagnerianos. En el vertiginoso Sehr lebhaft final, más de una vez criticado por ser excesivamente repetitivo, hubo una maravillosa cohesión entre las pomposas intervenciones orquestales -realizadas con técnica y precisión a pesar de algún desliz puntual en las maderas- y el intensísimo discurso del chelista. Recibida con entusiastas aplausos, el propio Altstaedt presentó al público una infrecuente y hermosísima propina, el Adagio cantabile de la Sinfonía núm. 13 de Haydn, en el que el chelo, acompañado de las cuerdas adquiere un protagonismo especial.

Loading image...
Nicolas Altstaedt
© Real Filharmonía de Galicia

La energía primaveral que Schumann hace florecer en su primera partitura sinfónica, la Sinfonía núm. 1, “Primavera”, cobró vida desde las manos de Altstaedt. Fue una interpretación intensa, rebosante de vitalidad y totalmente coherente con la primera parte, en la que los músicos de la RFG, liderados por la concertino invitada, Giulia Brinckmeier, mostraron empatía total con su director. Sin embargo, las condiciones de la sala, tan interesantes en la primera parte, aquí fueron un serio problema. Con la orquesta dividida -las cuerdas en la zona de butacas y los vientos y la percusión en el escenario, ambos separados por amplias columnas- el sonido resultante fue inevitablemente caótico, y más aún con las extremas dinámicas que Altstaedt escogió. ¿Cuándo la ciudad de Lugo inaugurará por fin su eternamente cerrado Auditorio de los 20 millones de euros?

El Allegro molto vivace fue bien enunciado a un tiempo vertiginoso, con unos arrebatadores crescendos orquestales y una excitante conclusión que arrancó aplausos. Un Larghetto cargado de hermosa ansiedad y un dramático Scherzo dieron paso al final, vibrante en su intensa fusión de ritmos de danza y estallidos orquestales, en la que los metales y las maderas de la RFG –solos incluidos– respondieron a la perfección.

****1