En el marco del Festival de Música de Lugo, se vivió una noche memorable en la que la pianista asturiana Noelia Rodiles, se adentró en dos obras monumentales del repertorio pianístico: la Musica Ricercata de György Ligeti y la monumental Sonata en si bemol, D.960 de Franz Schubert, la cual marca el cierre de su abrumador catálogo pianístico. Un programa ambicioso que permitió que la joven intérprete demostrase, para mayor deleite de los numerosos asistentes reunidos en el Conservatorio de Música Juan Montes de Lugo, una madurez musical excepcional.
La Musica Ricercata de Ligeti es una obra compleja y desafiante compuesta por once movimientos bien diferenciados. Cada uno de ellos presenta desafíos técnicos y expresivos únicos, los cuales fueron abordados por Noelia Rodiles con una admirable precisión y concentración. Desde el primer movimiento, donde se establece una atmósfera inquietante y misteriosa, hasta el último, que despliega una energía frenética y vigorosa, la intérprete mantuvo una conexión constante con la esencia de la obra. El progresivo aumento de la densidad cromática, elemento unificador de la obra, requiere de un pianista versátil capaz de desenvolverse en las dinámicas extremas planteadas por Ligeti.
Rodiles fue doblemente efectiva, tanto en los pasajes de mayor volumen sonoro, en los que extrajo del instrumento una potencia impactante, como en los más delicados, en los que cada nota era cuidadosamente atenuada para crear una sensación de intimidad. Pero los desafíos que esta obra plantea van mucho más allá del juego de dinámicas. Desde el Sostenuto inicial Rodiles construyó con una precisión metronómica el peculiar accelerando que Ligeti plantea en varias de las piezas. El célebre Mesto, gracias a su asociación con Eyes Wide Shut, de Kubrick, fue referencial, capturando Rodiles a la perfección la sensación amenazadora –minaccioso en la partitura– que el compositor plantea. En el evocador Tempo di valse Rodiles utilizó de forma tan lúcida como creativa la libertad que concede el compositor en el uso de los rubati, ritenuti y accelerandi. El Rubato.Lamentoso y el Allegro molto capriccioso recapitularon exitosamente procedimientos ya experimentados en las piezas anteriores. Tras ellos, Rodiles nos ofreció el minimalista Cantabile en el que exhibió un milagroso control rítmico de ambas manos el cual se tradujo en una interpretación absolutamente hipnótica. Fueron igualmente impactantes los dos números conclusivos; el colosal y atávico Vivace y el emotivo Andante misurato final.
No podía ser mayor el contraste, pero al mismo tiempo la complementariedad con la D.960 de Schubert, pues ambas obras exploran los aspectos más oscuros y complejos de la experiencia humana, creando un emotivo diálogo de luces y sombras a través de su música. Rodiles, en su primera aproximación en concierto a la obra, transmitió a la perfección la profundidad y la complejidad emocional que caracteriza a esta sonata. Me sorprendió que en el Molto moderato inicial Rodiles no cargase las tintas en su melancólico ostinato optando por una visión más lírica y ensoñadora. El Andante sostenuto, con sus cambios de humor y su carácter contrastante, fue interpretado con una destreza asombrosa, destacando tanto los momentos de delicadeza como los pasajes de gran dramatismo. El Scherzo fue recreado con una serenidad hermosa, destacando especialmente la sección central. El Allegro ma non troppo final, más lúdico, rebosó de vitalidad y dinamismo al máximo, con una imponente stretta final que Rodiles supo culminar con maestría, dejando una impresión duradera en el público.
Los nutridos aplausos desencadenaron como propina el hermosísimo arreglo de Gluck/Sgambati, permitió a Rodiles recrearse en la belleza esencial del Orfeo. En conclusión, todo un privilegio haber disfrutado de una auténtica cátedra de virtuosismo y sensibilidad artística, ambas conjugadas a la perfección con una técnica abrumadora, e impartida por una de nuestras pianistas más talentosas y apreciadas en la escena actual.