Admiramos el lleno absoluto del Auditorio Nacional en este concierto de la Serie Barbieri de Ibermúsica. La propuesta es llamativa, toda vez que se trata de un monográfico de Dvořák. Se trata de una música que suele venir cargada de materiales melódicos sencillos, y no siempre tiene todo el mundo el día para reconcentrarse en los grandes desarrollos de las mejores sinfonías. En su música sinfónica hay grandiosidad pero también humor y desparpajo. Y en este caso anécdotas y fama, pues la concepción de la Sinfonía del Nuevo Mundo, sus referencias locales y literarias, y su impacto en las preferencias sinfónicas del mundo melómano son ampliamente conocidas.

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Semyon Bychkov, Agustin Hadelich y la Filarmónica Checa
© Petra Hajská | Ibermúsica

Se inició el concierto con el Carnaval, op. 92, una partitura que no puede dejar indiferente. La Filarmónica Checa lo dejó bien claro desde el impetuoso inicio, exuberante y desenfadado. Las cuerdas y la percusión equilibraron la enunciación del tema con aplomo y ligereza, y Bychkov supo producir un contraste coherente en los cambios bruscos de dinámica y en la exposición de los motivos en ambos modos mayor y menor. Las trompas, que después fallarían estrepitosamente, dieron un buen apoyo sonoro en esta sección, y las maderas se mostraron particularmente expresivas en el diálogo entre el corno inglés y la flauta.

A continuación llegó el turno de Agustin Hadelich a través del Concierto para violín del mismo compositor checo. Se trata de una interpretación que se las prometía inolvidable, pues Hadelich y Bychkov han interpretado ya esta pieza en el concierto de apertura de la temporada de la Filarmónica Checa, así que no les faltan ensayos. Aun así detectamos momentos en los que solista y director no parecían ponerse del todo de acuerdo respecto al tempo. Pero al margen de este episodio apenas pudimos hacerle caso a la orquesta, tal es la magnitud y el impacto del sonido que produce el violinista alemán. Sin mayores preámbulos se mostró imbatible con las notas dobles del comienzo y con una alocución de una auténtica sensibilidad antes de dejar que el concierto iniciara realmente su discurso. Además consiguió mantener la tensión en los divagantes pasajes del Adagio, y provocar el entusiasmo más caluroso en el vertiginoso Finale. Ofreció dos propinas interesantes, pero que no tenían nada que ver con la dinámica del programa. Nos interesó más el tango de Carlos Gardel, aunque echamos de menos algo más de seriedad en la rítmica.  

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Agustin Hadelich, Semyon Bychkov y la Filarmónica Checa
© Petra Hajská | Ibermúsica

A la vuelta del descanso llegó la Sinfonía del Nuevo Mundo, que nunca nos cansamos de escuchar. Le faltó intensidad al timbalero al principio de la obra y, como anunciamos, precisión a las trompas, pero se acomodaron bien a estos metales las respuestas del clarinete y del fagot, reconduciendo la interpretación al orden normal. Posteriormente nos dejamos seducir por el especial timbre del corno inglés en el famoso pasaje del Adagio, al que pusieron buen inicio y buen final, enmendándose, las trompas. Enérgico y resolutivo se mostró el conjunto en un Molto vivace con aires beethovenianos donde destacó nuevamente la percusión (triángulo incluido) y el diálogo entre el oboe y el clarinete, solista este último a quien señalamos por su magnífica intervención en su pasaje del Allegro con fuoco.

Mucha música, pues, y pocas toses, en este monográfico de Dvořák, con sus obras más representativas, y con un solista de primer orden cuya última colaboración con Ibermúsica fue en 2016. Esperamos que la próxima sea más pronto y que se nos ofrezca otra vez la oportunidad de escuchar a este violinista excepcional. 

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