Celebramos que nos traigan novedades al Auditorio Nacional desde la Fundación Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Nadie niega la realidad musical según la cual en los ciclos habituales de nuestras orquestas se programan sistemáticamente las mismas composiciones, quedándole poco espacio a las creaciones contemporáneas para expresarse en las salas de concierto. Por eso nos alegra que en ocasiones se incluya una obra de reciente creación junto a otras que forman parte del repertorio habitual, como es el caso que hoy nos ocupa, y más aún tratándose de un estreno en España.
Nos traía la fundación a la Swiss Orchestra capitaneada por la directora y musicóloga Lena-Lisa Wüstendörfer, y nos estrenaba la obra Conversaciones de árboles (Tree Talk), de la sueca Helena Winkelman. Interesante de entrada, ya nos resultó llamativo que un portavoz nos explicara la obra al más puro estilo "Pedro y el lobo", esto es, indicándonos con palabras el sentido de la obra y el significado de unos diseños musicales que inmediatamente mostraba la orquesta para conocimiento de los oyentes. Es inevitable preguntarse si la obra podría haber comunicado por sí misma, o si por el contrario, necesitaba ser explicada previamente. En cualquier caso, y a juzgar por el tibio recibimiento general, la pieza no terminó de funcionar. Comenzó creando una atmósfera sonora interesante y acogedora, y efectivamente propiciando un claro diálogo musical, pero este se terminó perdiendo en una suerte de improvisación sin estructura que derivó en divagación.
Tampoco le vino bien al Tree Talk el contraste con el Concierto núm. 5 para violín, de Mozart; una obra magnífica que, por cierto, es capaz de crear con un simple diseño pasajes inolvidables como el del Rondó final. Aquí se percibió que la orquesta estaba más en su terreno, comedida pero con carácter. La formación acompañó elegantemente a la solista, pero supo dejar constancia de su presencia con un sonido compacto, muy bien equilibrado, y respondiendo en todo momento a las demandas de la directora. Wüstendörfer creó una versión atípica, muy ágil en el tempo y original con la articulación. Claro que el mayor mérito recayó sobre la violinista rusa Alina Pogostkina. Posee un sonido potente y equilibrado que nos costará olvidar, y una capacidad insólita para dotar a una interpretación de Mozart con una personalidad técnicamente incontestable junto a un carácter marcadamente divertido, pero sin ingenuidad. Al final nos regaló una conmovedora versión de la Gavotte en Rondeau de la tercera partita de Bach, y nos dejó con las ganas de escucharle todas las Suites una tras otra.
Nos pareció que la formación dio en la obra de Mozart el máximo disponible, porque en la Séptima sinfonía de Beethoven se produjeron algunos desajustes de conjunto y otros de sonido. Particularmente descollaron las flautas en varias ocasiones, alentándose demasiado y desmarcándose del fluir general, a veces, incluso, alterando el tempo. Tampoco las trompas tuvieron su mejor día. Por contra, hay que apuntar la insuperable intervención de la magnífica timbalera. El enfoque resultó poco contrastante especialmente en un Allegretto que entre movimientos vivos nos pareció muy ágil. Sin embargo descubrimos en la visión de Wüstendörfer algunas líneas melódicas que en otras versiones suelen pasar desapercibidas entre la masa orquestal, ofreciéndonos unos detalles musicales que fueron más allá de un mero defender la obra dignamente hasta el final.
Con todo, y pese al apabullante y explosivo Allegro con brio que culmina la Sinfonía de Beethoven, se quedó en el ambiente un sentimiento más bien tibio que no se corresponde con la intensidad rítmica y el amplio sonido que proyectó la Swiss Orchestra.