El terciopelo rojo que envuelve el podio del director que la Filarmonica della Scala lleva consigo en su gira dice mucho sobre la formación, el repertorio que escogen e incluso sobre la sonoridad y el enfoque que emerge en sus conciertos. Nos instala en la dimensión teatral con obras impactantes, brillantemente ejecutadas, destilando confianza y seguridad en sus propios medios. La formación escalígera cerraba su gira en Madrid, en la novena cita de la serie Barbieri de Ibermúsica, con un cambio al frente por razones de salud, siendo el joven Lorenzo Viotti el que tomó la batuta en lugar del titular Riccardo Chailly, y con un solista afirmado como Gautier Capuçon.

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Lorenzo Viotti, Gautier Capuçon y la Filarmonica della Scala
© Rafa Martín | Ibermúsica

El concierto se abrió con un jugoso juego representado por la adaptación de Berio con las Quattro versioni originali della Ritirata Notturna di Madrid di Boccherini, con la que la Filarmonica fue calentando motores, aunque se echaron de menos ciertas sutilezas en la organización de los planos que son lo más interesante de la pieza. A continuación, uno de los conciertos más líricos e inspirados como es el Concierto para violonchelo y orquesta, op. 104 de Dvořák. Capuçon entró en escena mostrando una buena entente con la orquesta y sosteniendo vigorosamente su discurso frente a un Viotti que no renunció en ningún momento a plasmar un sonido generoso, brillante. Capuçon conoce bien esta obra y buscó en su interpretación la recreación de las distintas atmosferas, ahondando en los contrastes y los vaivenes melódicos. Su fraseo y toque fue enérgico en el primer movimiento, para dejar paso al lirismo en el siguiente tiempo, donde sobró empero cierta aspereza tímbrica para alcanzar una redondez plena. Finalmente el Allegro moderato fue el más logrado tanto por concepción como por ejecución, desgranando con detalle todas las filigranas y motivos que recorren la obra, y mostrando una notable cohesión a la vez que era evidente el regocijo de los músicos y del director. Fue por tanto una ejecución impregnada de positivismo, regocijo y virtuosismo en el que las capacidades de orquesta y solista se pusieron al servicio del sentido del espectáculo.

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Gautier Capuçon
© Rafa Martín | Ibermúsica

En la segunda parte, una selección de las 3 suites que Prokofiev preparó a partir de su Romeo y Julieta. Selección más bien canónica donde no podía faltar la "Danza de los Caballeros", la "Muerte de Teobaldo" o la "Muerte de Julieta" y en los que la orquesta marcó los oportunos cambios de humor y tonalidad emotiva para lograr su propósito, a saber un entretenimiento al más alto nivel. Por lo general se primaron los destellos del metal, la contundencia de la percusión, con el correcto equilibrio del viento madera aportando ese toque de frescura, mientras que a la cuerda sí que le faltó cierta cohesión entre su registro más grave y el más agudo, apostando más bien a los contrastes y a la pulsión rítmica en los momentos más concitados. En los pasajes más distendidos, por el contrario, Viotti alternó una búsqueda de la tersura y transparencia con un sonido aterciopelado, ensoñado y envolvente. La dirección del suizo fue gestualmente elegante, si bien por lo general distante y no demasiado implicada.

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Lorenzo Viotti al frente de la Filarmonica della Scala
© Rafa Martín | Ibermúsica

No cabe duda que la Filarmonica della Scala sea una formación experimentada, que sabe tocar las teclas adecuadas para recrear mundos imaginarios con una brillantez tímbrica y un eminente sentido dramático, incluso para obras que no son explícitamente teatrales. Al mismo tiempo, ello le resta tal vez cierta cuota de trascendencia y profundidad, pero esto no desmerece esa actitud desenfadada y ese aura del mundo de las tramoyas y los aterciopelados telones que magníficamente son capaces de evocar.

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