Es difícil imaginar un mejor comienzo de temporada que el que nos está ofreciendo el Teatro Real, al menos a nivel vocal. El previo corrió a cargo de la carismática superestrella Anna Netrebko, el estreno oficial, como un duelo entre la dramaturgia extrema de Ermonela Jaho y la imponente exuberancia de Elīna Garanča. Y con menos ruido mediático, pero me atrevo a decir que a un nivel incluso superior, el póquer de ases se completa con el que probablemente sea el mejor barítono de la actualidad, el francés Ludovic Tézier.
Para muchos de nosotros el principal reclamo de este recital era comprobar en directo sus capacidades para abordar un papel wagneriano de envergadura, el Wotan del Anillo, nada menos. Pero antes de someterse a este examen, Tézier ofreció una primera mitad del concierto recreándose en ese canto más lírico por el que ha alcanzado la fama. Su técnica vocal supera lo impecable para adentrarse en lo sublime, y lo demostró en cada una de sus piezas. La potencia es muy notable pero manejada con una naturalidad que hace que uno no sepa muy bien si canta a plena o a media voz, ya que combina un impresionante caudal con el confort corporal de quien simplemente habla. Su “Sois immobile” de Guillaume Tell fue una auténtica lección de buen legato y fraseo expresivo. Y las dosis de emoción alcanzaron cimas incluso más altas en “Qui donc commande…” de Henry VIII a través de un emotivo uso de las dinámicas y un fiato que parece eterno. Además, es el suyo un soberbio trabajo actoral que confía plenamente a la voz –en este sentido construye un recital ortodoxo–; su lenguaje corporal es hierático, sabe bien dónde están sus capacidades y no necesita embarrarlas haciendo aspavientos innecesarios.
Y tras la pausa, llegó lo más memorable de la noche, la confirmación de que pudiéramos contar con un magnífico Wotan para los próximos años. Tézier debutará en el papel en enero en París, en una nueva producción de nuestro todavía siempre polémico Calixto Bieito. Al menos en este concierto, pasó el examen con honores. Es cierto que el color de su voz es más luminoso que lo que el papel pudiera requerir según la ortodoxia, pero son tantas las virtudes que trae al rol, que esto no debe suponer un problema. Combina una clara dicción en alemán y atención a las consonantes con una línea de canto severa –como el papel demanda–, pero matizada y elegante. El caudal se impone sin demasiado esfuerzo a la orquesta a plena potencia, y así puede concentrar el esfuerzo en dotar a su canto de los matices psicológicos que pueblan el discurso de este personaje. En el final de La valquiria mostró genuinamente esa combinación dramática de autoridad, alegría, dolor y nostalgia de este momento que confunde perdón con castigo y voluntad con destino. En pocas ocasiones he tenido la oportunidad de escuchar un Wotan con este nivel de credibilidad.

Y a este éxito wagneriano contribuyó, sin duda, el buen hacer del joven director Markus Merkel, al frente de la orquesta titular. Su trabajo en la primera parte fue efectivo y energético, aunque algo falto de matices en algunos momentos. Hay que destacar que el recital comenzara con una pieza apenas conocida, la obertura de La perle du Brésil de Félicien David, de aires rossinianos e ideal para comenzar el recital con curiosidad y buen ánimo. Pero solo con Wagner llegó la excelencia. Fue imponente su obertura de Maestros que, a través del protagonismo de las secciones graves, discurrió más por la vía monumental que por la luminosa. Sus fragmentos de El anillo poseen el nivel de templo wagneriano. Demostró excelencia en el difícil equilibro entre las voces orquestales y un manejo de los motivos musicales enfocado a enfatizar su significado emocional.
Una noche para el recuerdo que demuestra que en Ludovic Tézier habemus barítono y sí, ¡habemus Wotan! Al menos en versión recital. La gran pregunta para el aficionado es si será capaz de mantener este nivel en una representación completa y con la pesada carga de la escena. La intuición y la ilusión me dicen que la hazaña será posible. Pero para la respuesta definitiva habrá que esperar al próximo enero en París. Allí nos veremos.