La corte de Faraón se estrenó como “opereta bíblica” y la historia de José aparece, efectivamente, en el libro del Génesis, pero la realidad es que es una obra mucho más cercana al mundo del cuplé, el cabaret y la sicalipsis. Lo musical prácticamente debe estar en equilibrio con lo teatral y, dentro de lo teatral, con lo cómico.

A pesar de esta condición, o quizás precisamente debido a ello, la música de La corte del faraón compuesta por Vicente Lleó ha calado en la memoria colectiva de los españoles, llegando a ser sus cuplés de la babilónica una pieza que ha trascendido a la propia obra y tan pegadiza que uno es incapaz de no tararearla durante días después de escucharla. “Ay, ba… Ay ba…”.

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La corte de Faraón en el Teatro de la Zarzuela
© Javier del Real | Teatro de la Zarzuela

El casting no debió de ser sencillo, teniendo que encontrar en el reparto un equilibrio entre calidad vocal y talento cómico. Sin embargo, los directores supieron encontrar un equipo capaz de entonar correctamente las coplas del maestro Lleó y también de hacer reír al público. La caracterización de los personajes fue excelente. Las voces tanto de Luis Cansino como de María Rodríguez —Faraón y Reina— sonaron solemnes y con potencia, pudiéndose captar en ellas la esencia del soberano, aunque luego, en la parte cómica, parecieran una pareja de aquella serie de hace años: Escenas de matrimonio. Un contraste divertido que nos permite disfrutar de dos visiones distintas de esta pareja real.

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Luis Cansino (Faraón)
© Elena del Real | Teatro de la Zarzuela

María Rey-Joly, en el papel de Lota, estuvo divertida como actriz, aunque no me hubiera importado que hubiera explotado más la sensualidad de este personaje, quizás también en lo vocal. Tuvo más lucimiento tanto vocal como actoral Annya Pinto en el papel de Raquel que estuvo tan divertida como correcta en lo musical con una voz potente y de timbre exquisito. Entre los cantantes masculinos, Jorge Rodríguez-Norton destacó con su precioso timbre en el registro agudo, adecuado en volumen y proyección, y muy compenetrado con la orquesta, por ejemplo, en el dúo “Yo soy el casto José”. La parte actoral, eso sí, no fue tan llamativa como la de su compañero Ramiro Maturana que interpretó a un divertido Putifar que hizo las delicias del público durante el primer acto junto con el dúo cómico formado por Jesús García Gallera (Selhá) y Rafael Lobeto (Seti). Otra escena muy reconocida de esta opereta es el terceto de las viudas, que la producción de Emilio Sagi pone aún más en relieve. Tanto el vestuario, como el baile, como la caracterización de estos tres personajes hizo del terceto uno de los momentos más dignos de mención de la velada. Sin embargo, todo lo detallista que es la producción de Sagi en los primeros actos lo pierde hacia el final. El “Garrotín”, por ejemplo, sonó un tanto apresurado y liviano, incluso a pesar del excelente papel del cuerpo de baile.

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Jorge Rodríguez-Norton (José) y María Rey-Joly (Lota)
© Javier del Real | Teatro de la Zarzuela

Los de Nuria Castejón son lo más destacado de esta divertida producción. Tanto los bailes como el movimiento por la escena del cuerpo de baile es realmente admirable y, ya por sí solo, digno del precio de la entrada. Parte de mérito en esto también lo tiene el vestuario y, por supuesto, la caracterización (peluqueros, maquilladores, etc.). Orquesta y coro hicieron un papel excelente, ensalzando esa parte musical de la pieza. El tratamiento de las maderas, su compenetración con los cantantes... son detalles que Carlos Aragón se encargó de potenciar desde el foso para hacer este libreto digno de llamarse opereta. 

Mención aparte merece la actuación de Enrique Viana como “Sul, la babilónica” con esas coplas tan famosas. El tenor, completamente metido en el papel de una diva ya entrada en años, una vieja gloria, se atrevió a improvisar tanto musicalmente como de forma dialogada con el público. Provocando un gran número de carcajadas en éste con sus divertidas ocurrencias y chascarrillos.

Quizás, finalmente, primó más la parte cómica que la musical, pero ello no desmerece un trabajo bien hecho por parte de los músicos y los cantantes en esta obra que siempre es agradable volver a escuchar, aunque sea por pasarse después una semana tarareando cuplés.

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