En su gran gala de clausura, la Orquesta Sinfónica de Minería dirigida por Carlos Miguel Prieto unió fuerzas con el violinista Vadim Gluzman, la soprano Karina Gauvin, y la mezzosoprano Guadalupe Paz, así como con el Coro de la Orquesta Sinfónica de Minería para ofrecer un concierto con la Serenata basada en el «Banquete» de Platón de Leonard Bernstein y la Sinfonía núm. 2 en do menor de Gustav Mahler.
La Serenata de Bernstein es una obra alegre y ligera que Vadim Gluzman tocó con una finura experta. El violinista contó con un acompañamiento orquestal en total sincronía y armonía. Gluzman ofreció como bis la Serenata para violín solo de Valentín Silvéstrov.
Con una duración de unos 85 minutos, la Segunda sinfonía de Mahler es un ejemplo de música programática que representa el viaje de un héroe fallecido: desde su funeral (primer movimiento), pasando por una serena reflexión sobre su vida (segundo movimiento), una sarcástica valoración del sinsentido de la vida (tercer movimiento), el llamamiento al más allá (cuarto movimiento), y la resurrección (quinto movimiento).
Carlos Miguel Prieto navegó por los ritmos tempestuosos de la marcha fúnebre inicial, haciendo evidente lo bien que conoce esta música. Mahler escribió que el primer movimiento "contiene la lucha titánica de un hombre colosal (…) con la vida y el destino al que sucumbe una y otra vez—su muerte". Esta "lucha titánica" se sintió palpablemente en la apasionada interpretación. El clímax del movimiento, que culmina con un acorde disonante con los siete tonos de la escala menor armónica, fue tan aterrador que se percibió un sobresalto en el público en el breve silencio que siguió.
El segundo movimiento es como "un rayo de sol, puro y sin nubes, de la vida de este héroe" para Mahler. Las suaves melodías y ritmos de Ländler transmitían precisamente este sentimiento, un cambio diametral respecto al fulminante primer movimiento. Prieto mantuvo el silencio durante unos minutos, como procesando, junto al público, el peso de la pesada marcha fúnebre.
El tercer movimiento era originalmente una canción que Mahler escribió en 1893. Aunque la canción hablaba de la irónica situación de un pastor que encuentra una iglesia vacía y en su lugar predica a los peces del río, la adaptación orquestal conserva la misma ironía. Mahler escribió que "el mundo y la vida se vuelven confusos para [el héroe]; el asco por todo ser y devenir le agarra con puño de hierro y le persigue hasta que grita desesperado." El requinto merece una mención especial por seguir fielmente las instrucciones de la partitura de Mahler "con humor", impregnando el movimiento de un palpable sentido del sarcasmo.
La mezzosoprano Guadalupe Paz abrió el cuarto movimiento, Urlicht, con solemnidad, sencillez y delicadeza. La reducida orquestación dio al breve interludio una doliente sensación de melancolía, representando a la perfección "el cuestionamiento y la lucha del alma sobre Dios y su propia existencia eterna".
El quinto movimiento retoma el horror del primer movimiento, el grito de desesperación del tercero y el contenido programático de toda la sinfonía. También presenta otras dificultades interpretativas: múltiples grupos de instrumentos tocando fuera del escenario, complicados pasajes contrapuntísticos a velocidades vertiginosas, y la inclusión del coro. En cualquier caso, la ejecución fue magnífica: uno podía imaginarse los diversos episodios del programa a través de la música: el "Gran llamamiento" hacia el más allá (corno francés fuera del escenario), el levantamiento de los muertos de las tumbas (un frenético crescendo de la percusión), y el "Pájaro de la muerte" (un florido solo de flauta).
Mahler escribió que "el misterioso sonido de las voces humanas debería tener un efecto sorprendente". Desafortunadamente, el coro entró en una dinámica que disminuyó algo el "efecto sorprendente", pero esto fue compensado por la excelente entonación, particularmente en las desafiantes partes de los segundos bajos. Ambos solistas entraron en la textura orquestal por primera vez, y aunque no había un órgano en la peroración final, la catártica letra del poema de Friedrich Klopstock de 1757 cobró vida en un tremendo rugido de energía que casi hizo temblar la sala: un cierre apropiado para para la temporada 2023 de la Orquesta Sinfónica de Minería.