La Orquesta Sinfónica del Estado de México realizó una de sus ocasionales presentaciones en la Ciudad de México, en el Centro Nacional de las Artes. El director Rodrigo Macías explicó que dado que la OSEM está realizando un ciclo Bruckner (una sinfonía por temporada: la Cuarta esta temporada), consideraron importante presentarla en la capital. La violinista azerbaiyana Nana Babayeva acompañó a la orquesta en el Concierto para violín de Stravinsky.

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La violinista Nana Babayeva
© Emmanuel Gallardo

El Concierto para violín de Stravinsky es una obra neoclásica que representa un paso atrás respecto al fogoso estilo vanguardista de la anterior Consagración de la primavera, pero no por ello es sencilla. Babayeva navegó hábilmente por las agitadas aguas del concierto y, aunque la seca acústica del teatro absorbió parte del sonido, el vibrante acompañamiento de la orquesta estuvo bien empastado. Babayeva interpretó con aparante facilidad la Toccata y las dos arias, mostrando un gran virtuosismo en el Capriccio. Una obra breve y desenfadada que preparó el escenario para la densa Cuarta de Bruckner.

Subtitulada "Romántica", la Cuarta de Bruckner es la más popular e interpretada de sus sinfonías. Convencional en la forma, pero aventurera en la armonía, la música de Bruckner se ha descrito a menudo como arquitectónica debido a su abstracción y forma discreta, casi modular (el polo opuesto de Brahms y su enfoque en el arte de la transición). La OSEM interpretó la segunda versión de la sinfonía (1878-80); Bruckner era conocido por revisar sus obras mucho después de terminarlas, y la Cuarta no es una excepción. Macías eligió un tempo bastante rápido para el primer movimiento y, aunque a veces la música parecía un poco precipitada, la orquesta nunca perdió el ritmo, tocando todos los polirritmos entrelazados de forma sincronizada. Los clímax característicos de Bruckner se hincharon y crecieron, alcanzando el fortissimo en los momentos adecuados. La coda del movimiento, un brillante entrelazamiento de los temas del movimiento que culmina con una peroración del motivo inicial, galopó a un ritmo en el que los rápidos ostinati de los metales tartamudeaban ligeramente, pero el efecto de cierre seguía siendo fuerte.

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La Orquesta Sinfónica del Estado de México con Rodrígo Macías al frente
© Emmanuel Gallardo

El Adagio procedió a un tiempo más apropiado, deleitándose con las melodías meditativas de Bruckner y construyéndose gradualmente hacia clímax igualmente abrasador. El timbalista brilló aquí con un control magistral de la dinámica y la articulación. El Scherzo fue el punto culminante de la sinfonía: el tempo rápido que Macías marcó funcionó bien con el motivo de la "llamada de caza", y los metales demostraron sus habilidades tocando la música rítmicamente vigorosa en perfecta sincronía con el resto de la orquesta.

El final presenta varios motivos de tresillos desarrollados al modo bruckneriano hasta alcanzar clímax vertiginosos, el contrapunto a la vez primordial y moderno. Está claro que tanto los músicos como el director conocían bien la música, ya que se notaba la forma arquitectónica (la música aparentemente repetitiva de Bruckner puede sonar a menudo tediosa si no se aplica la forma adecuada en la interpretación). La coda, un momento sublime que sirve no solo para concluir el movimiento, sino toda la sinfonía, sufrió un poco con el tempo rápido pero, no obstante, proporcionó un cierre satisfactorio a la velada. La OSEM ha asumido un reto formidable al programar todas las sinfonías de Bruckner, pero está a la altura.

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