La Orquesta Sinfónica de Castilla y León y su director titular, Thierry Fischer, comenzaron su temporada oficial 24/25 con brillantez, aunque con el contratiempo de la cancelación del gran guitarrista Pepe Romero, debido a una enfermedad. Tal como ocurrió en la temporada pasada (donde hubo al menos tres sustituciones de solistas), la orquesta consiguió salvar la situación; en este caso, gracias al arte de una violinista española que dejó una excelente impresión.

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Thierry Fischer al frente de la OSCyL en el Auditorio Miguel Delibes
© Orquesta Sinfónica de Castilla y León

La velada comenzó con la primera suite de L’Arlésienne, de Georges Bizet, una obra donde director volvió a mostrar su refinada técnica, más su peculiar sentido del color orquestal y del ritmo, todo ello refrendado por una orquesta que se encuentra en un momento excelente. De esta manera, se pudo disfrutar de un Prélude que comenzó con gran energía y atención a la polifonía, para luego llevarnos por territorios más tranquilos, donde destacó el solo de saxofón. El Menuet fue expuesto con gracia y colorido, mientras que el Adagietto, donde suele haber más problemas en la elección del tempo, fue tomado en el punto justo de lentitud y fluidez, de tal forma que nunca decayó, sin duda debido también al acertado tratamiento sonoro. Finalmente, un Carrillon impactante, con protagonismo de las flautas en la muy lograda sección central. A continuación, la espléndida violinista Leticia Moreno intervino en Fantasía Carmen, op. 23, de Pablo Sarasate. Fue una interpretación singular, con algunos rubatos no siempre fáciles de seguir por el director y la orquesta. En conjunto, los artistas consiguieron llevar la interpretación a buen puerto y la violinista mostró garra, virtuosismo, sensibilidad, capacidad de comunicación y otras cualidades que nos indican que es una intérprete de mucho interés. Como regalo, Moreno ofreció la Nana de Manuel de Falla, que tocó junto a la estupenda pianista de la orquesta. Versión que encantó por la belleza del canto violinístico y las sugerentes sonoridades pianísticas.

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Thierry Fischer y Leticia Moreno
© Orquesta Sinfónica de Castilla y León

Con Kauyumari, obra de Gabriela Ortiz (compositora residente de la orquesta esta temporada), comenzó la segunda parte de la velada. Más allá de las connotaciones míticas del nombre, la obra es muy atractiva debido a sus ritmos pegadizos, la repetición melódica (utilización de la escala mixolidia) y su brillante orquestación, lo que permitió un gran lucimiento del director y la orquesta. A continuación, una entregada versión de las dos suites orquestales de El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla. Fischer convenció en las distintas danzas, algunas de ellas enfocadas de manera muy personal; como la Danza de la molinera, que comenzó algo menos fuerte e impactante de lo habitual, para luego ir aumentando la intensidad y llegar al apogeo en su última aparición. La Danza del molinero tuvo fuerza y una planificación ejemplar, mientras que las danzas más suaves (como Las uvas o la Danza de los vecinos) fueron interpretadas con gracia y con cierto colorido “a la francesa”. Como conclusión, una Danza final (jota) contagiosa en lo rítmico y espectacular en la prestación orquestal. Fischer y la OSCyL ofrecieron, como regalo, una versión fantástica de Farandole, perteneciente a la segunda suite de L'Arlésienne de Bizet.

Ha sido un comienzo de temporada brillante, a pesar de los contratiempos, que nos ha permitido escuchar a una violinista a seguir y constatar el excelente estado de forma del director y la orquesta.

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