Conexión improbable, así se titulaba el concierto de la Orquesta de Extremadura, y no pudo haber un mejor nombre para lo que allí sucedió, pues la música unió mundos y culturas distantes, y estableció conexiones que, aunque impensables, cobraron sentido.
La primera intersección fue Colombia, país de origen de tres de los protagonistas de este concierto: el maestro Juan Pablo Valencia (director asistente de la OEX hasta la pasada temporada); el violonchelista Santiago Cañón-Valencia, solista invitado que debutaba con la orquesta, y el compositor Jorge Pinzón, de quien se interpretó, por primera vez en España, Reflejos sinfónicos. El segundo punto de convergencia fue Rusia, con las obras de Shostakovich y Chaikovski, pero también con la obra de Pinzón, escrita pocos años después de finalizar sus estudios en el Conservatorio de Moscú e influenciada por el modernismo y los colores orquestales de la escuela rusa. Ambos hilos conductores se entretejieron en este concierto, trenzando latitudes impensables, tradiciones sinfónicas y populares, matices y sonoridades que dieron lugar a la mayor conquista de este concierto: una conexión profunda con el público variopinto, formado en gran parte por niños, familias y adolescentes que asistieron en pandilla (improbable, pero cierto) y que se conmovió con la música y ovacionó a su orquesta.

Reflejos sinfónicos marcó el inicio de la velada con atmósferas y colores muy bien logrados por la orquesta. En la batuta de Valencia, el conjunto lució su potencia rítmica y flexibilidad para los contrastes de intensidad, articulación y carácter que exige la pieza. Sobresalieron los metales con sus intervenciones brillantes de fanfarria, así como con la sonoridad más oscura y grave del tema antagónico, secundados por una percusión vigorosa y precisa. Aunque en la primera parte hubo algunos desajustes rítmicos, lograron culminar airosos. Tras el carismático inicio, el auditorio recibió a Santiago Cañón-Valencia, quien ofreció una versión fantástica del Concierto núm. 1 para violonchelo de Shostakovich (obra que le ha merecido la medalla de plata del prestigioso Concurso Tchaikovsky y del tercer premio del Queen Elisabeth).
Desde las cuatro primeras notas que estructuran el Allegretto, Cañón-Valencia dejó su impronta: una técnica impecable y un sonido excepcional, digno de uno de los grandes de la actualidad. La intensidad creciente del primer movimiento fue respaldada por su fraseo incisivo y vertiginoso, capitaneado desde el podio con gran claridad y rigor rítmico por parte de Juan Pablo Valencia, aunque por momentos la orquesta estuvo ligeramente rezagada. La trompa, en su simbólico dúo con el chelo, no fue memorable, faltó mayor protagonismo, precisión y diálogo con el solista. En el conmovedor Moderato, Cañón-Valencia vibró con una expresividad sobrecogedora y un sonido puro y eximio conducido hasta la sucesión de armónicos artificiales del final, en un diálogo sutil pero doloroso con la celesta. Fantástica también la dinámica de la orquesta, contenida y equilibrada. Para sellar su promesa, el chelista nos regaló una cadenza prodigiosa, de expresión honda, pausada, una muestra de su genio y su prosa, cada dia más madura y más propia, y un último movimiento, agitado y victorioso, que estuvo bien ejecutado por todo el conjunto. Tras el aluvión de aplausos, Cañón-Valencia ofreció dos propinas: su propio arreglo de El cant dels ocells, y la Sarabande de la Primera suite de Bach.
El programa terminó por lo alto con la segunda sinfonía de Chaikovski, cuya ejecución fue in crescendo. Valencia lideró la orquesta con maestría, construyendo la tensión y logrando momentos brillantes, especialmente en las partes más rítmicas y en los tutti, donde brillaron en sonoridad y homogeneidad. En contraparte, en las partes de menor densidad sonora las secciones no estuvieron del todo compenetradas entre sí. Extraordinario el Scherzo con un carácter bien liderado por las maderas en diálogo con la cuerda, así como el climático movimiento final en el que la orquesta salió victoriosa y sobresalieron, nuevamente, los metales y la percusión, dos secciones sólidas y potentes que tuvieron gran desempeño a lo largo de la noche.