Comienza la temporada Ópera de Tenerife con esta obra original e innovadora apenas disfrutada en nuestros escenarios más cercanos y máximo exponente del metateatro. Y todo ello desarrollado con una producción propia del Auditorio de estreno absoluto, bajo la dirección de Nicola Berloffa, muy trabajada, de simbología contemporánea muy lograda. Sumado esto a la adecuada elección del elenco vocal, conformaron una velada más que satisfactoria.
Cabe reseñar la adecuada propuesta escénica del Prólogo, desarrollada en “la casa del hombre más rico de la ciudad”. Contó con evidentes guiños al Palacio de Schömbrung con sus deslumbrantes tonalidades amarillas y una ambientación propia del periodo de entreguerras del siglo XX. Con el mismo decorado, el siguiente y único acto evoca la desierta isla de Naxos, donde la protagonista ha sido abandonada por su amado Teseo, con la suerte de unas lenguas de arena que invaden el escenario, todo ello servido brillantemente con un sabio manejo de la iluminación de Valerio Tiberi en ambos cuadros. El efecto causado fue realmente impactante, resaltando la trama mitológica que se cuenta. Si unimos a ello un elaborado movimiento escénico de los intérpretes, de máxima relevancia en esta obra, no cabe sino aplaudir la dirección artística exhibida en esta novedosa, moderna y bella producción a la que auguramos un amplio recorrido.
En cuanto al reparto, la Ariadna servida por Irina Churilova respondió a las expectativas con una voz robusta y segura de soprano dramática, que aportó brillantez al rol protagónico con sus limpios agudos y potente media voz. El breve pero agradecido papel de Bacchus fue encarnado por Michael König, tenor de voz un tanto leñosa pero adecuada al personaje, quien resolvió la difícil tesitura con alguna tirantez, sobre todo en los agudos, pero de forma correcta. El romántico dúo final entre ambos mostró un perfecto empaste entre sus potentes sonoridades, que sin duda contribuyeron a la brillantez de la representación. Correcto asimismo el desempeño de Na'ama Goldman como Compositor, dotada de las cualidades vocales propias de una mezzosoprano de gran nivel, si bien la voz media se vió aquejada de mayor contundencia. La joven Serena Sáenz como Zerbinetta fue capaz de acaparar los mayores elogios de la noche en la endiablada coloratura de las arias de ambos cuadros, resueltas de forma espectacular, trinos y sobreagudos cristalinos, sin fisuras, de una frescura y matices asombrosos. A ello unió una interpretación escénica de gran facilidad y elegancia a lo que contribuyó asimismo el planteamiento teatral de los cuatro compañeros de la parte bufa de la obra, quienes resolvieron de forma altamente profesional los dobles papeles encarnados en cada una de las dos partes de la obra. El desempeño de las tres ninfas fue brillante, muy conjuntadas en sus breves pero bellísimas intervenciones, de gran impacto en el desarrollo de la acción.