En la segunda producción de la Temporada 2019-2020, Ópera de Tenerife presentó Rigoletto, la inolvidable obra maestra de Verdi, con una trama llena de intrigas y variedad de caracteres, que el compositor resalta con música maravillosa y una inspiración inagotable. En el escenario, un importante elenco liderado por el barítono Luis Cansino siguió las directrices musicales de Giuseppe Finzi.
Admirables y de muy buen gusto fueron tanto la escenografía como la dirección de escena, ambas a cargo de Mario Pontiggia. La ambientación reflejaba la época original de la obra y hubo muchos momentos atractivos y de gran belleza, realzados por el diseño de vestuario y la coreografía de Claudio Martín. Tanto los bailarines, como el coro y cantantes solistas se mostraron seguros y convincentes en los aspectos visuales.
El director Giuseppe Finzi es un excelente concertador y un gran conocedor del estilo verdiano, sintiéndose a gusto con esta música y a su vez permitiendo que los cantantes estuvieran cómodos bajo su dirección. En algunos momentos se le podría haber pedido algo más de riesgo interpretativo, pero todo quedó compensado por su seguridad y por conseguir momentos muy interesantes, como el de la tormenta del tercer acto. La Sinfónica de Tenerife mantuvo su nivel habitual de excelencia, precisa y con un sonido cohesionado, ofreció un timbre variado, destacando también en los diversos solos instrumentales, de entre los que cabría destacar la bellísima intervencion del oboe en “Tutte le feste al tempio”. El coro masculino preparado por Carmen Cruz realizó su cometido a la perfección, con momentos brillantes como “Zitti, zitti moviamo a vendetta” o su participación en la tormenta desde fuera del escenario.
El barítono Luis Cansino reveló un Rigoletto digno de convertirse en referencia. Dominó todos los registros vocales e interpretativos del personaje, mostrando la dualidad y las muchas contradicciones. Todas sus intervenciones fueron de gran calidad y el aria “Cortigiani, vil razza dannata” resumió todas las cualidades demostradas a través de su magistral actuación. El tenor chino Yihie Shi deslumbró en primer lugar por su facilidad técnica, especialmente segura en los agudos. Su “Questa o quella”, aunque impecable, no convenció plenamente, por faltar algo de fantasía y variedad en el fraseo. Afortunadamente, las objeciones se desvanecieron posteriormente. Yihie Shi consiguió convencer musicalmente, sobre todo a partir de “E il sol dell’anima”, con un nivel que se mantuvo en otras arias, como “Parmi veder le lagrime” o “La donna è mobile”, muy bien cantadas, con matices, fantasía y agudos extraordinarios. También destacó su actuación en el cuarteto del tercer acto "Bella figlia dell’amore".