De la última de las óperas creadas por el invicto equipo Mozart-Da Ponte, el Così fan tutte, pasa por ser la de mayor refinamiento vocal y probablemente la que exige de un reparto más compensado. La propuesta del coliseo barcelonés tuvo de todo ello.
La mirada del director de escena veneciano Damiano Michieletto, con producción del Teatro La Fenice de Venecia, nos lleva a un hotel de lujo de nuestros días, apoyado en la escenografía de Paolo Fantín, que logra con una plataforma giratoria mostrarnos los diferentes rincones del mismo, y otorgando a Don Alfonso un lugar en el proscenio donde será testigo de las consecuencias de su juego.
El cuarteto vocal protagonista lo formaron la mezzo Maite Beaumont y la soprano Juliane Banse (las hermanas Dorabella y Fiordiligi) y el tenor Joel Prieto y el barítono Joan Martín-Royo (Ferrando y Guglielmo, sus prometidos). El bajo Pietro Spagnoli encarnó a Don Alfonso y la soprano Sabina Puértolas fue Despina. El conjunto vocal tuvo momentos de verdadera excelencia, como muestra, el quinteto del primer acto "Sento, oh Dio che questo piede" o los dos Finale de acto. La esperada Juliane Banse, en su debut liceístico, convenció con una voz estilísticamente idónea, mejorando a medida que avanzaba la función (lo cual, por otra parte, resulta habitual) y destacando en la segunda gran aria de Fiordiligi: "Per pietà, ben mio, perdona". El resto del cuarteto lo formaban tres jóvenes cantantes españoles que poco a poco van ganando enteros en las programaciones de nuestros teatros y del mundo.
La Dorabella de Beaumont estuvo siempre a la altura de su "hermana", especialmente emotivo fue el dúo con Guglielmo, donde aprovechó al máximo la partitura llena de matices del genio salzburgués, o su "É amore un ladroncello", convencida ya por Despina de aceptar a los "nuevos" pretendientes. Joel Prieto se defendió también de forma más que meritoria en el siempre duro desafío de enfrentarse a Ferrando, un personaje que como ocurre con el Don Ottavio del Don Giovanni mozartiano es siempre un papel más arriesgado que agradecido. Joan Martín-Royo, a pesar de su juventud, ya cuenta con una extensa experiencia en la obra de Mozart y sabe aprovechar sus dotes actorales y recursos vocales para configurar un Guglielmo muy solvente. El barítono supo adoptar el papel de líder de la pareja de amantes, siendo en momentos incluso violento, como en el aria "Donne mie, la fate a tanti", enseñándole a un desolado Ferrando como es la naturaleza de las mujeres según él y adoptando por momentos las ideas de Don Alfonso.