En los recitales operísticos –o más ampliamente, de cantante lírico– se mezclan la admiración fanática por el o la protagonista con la intención de ponerlo a prueba y ver si es capaz de superar algún triple salto mortal, que inevitablemente no puede faltar. Si quisiéramos ser menos sospechosos, podríamos decir que se trata de una buena ocasión para comprobar los registros de la estrella, o simplemente, como dijo el propio Camarena en su saludo al público, un cruce de caminos, esto es, un conjunto de piezas de diversa extracción. En todo caso, no se puede negar que se trata de dar una buena muestra de las cualidades y del repertorio a la que Javier Camarena, en su recital en El Escorial, no se sustrajo. El tenor mexicano construyó un programa con ópera del ámbito belcantístico, incursiones más líricas, canciones italianas y latinoamericanas y zarzuela.
El comienzo con "La mia letizia infondere" de I Lombardi alla prima crociata de Verdi reveló algunas de las habituales cualidades de Camarena: un timbre bien ligado y elegante. Aún así, la voz se mostró todavía algo fría y el fraseo trabado por momentos, lo cual el tenor compensó con carácter y resolución. Seguía "Una furtiva lagrima", de la primera ópera que Camarena estudió según comentó, y si por un lado el registro medio estuvo bien ligado y muy expresivo, el tercio alto no gozó de la afamada brillantez del tenor. Las notas altas no se alcanzaron con la habitual plenitud, sonaron más bien forzadas y preparadas. Puede que la voz no acompañara especialmente al artista mexicano en esta velada, y este desplegó otros recursos, pero no alcanzó la excelencia de otras ocasiones en esta aria. Se continuó con la Obertura de L'arlesiana de Cilea a cargo de Rubén Fernández Aguirre. El pianista vasco es sin duda un sólido acompañante, que dio soporte a Camarena en todo momento, incluso con su histrionismo, tanto en la gestualidad como en el estilo musical, que se caracterizó por riqueza de contrastes dinámicos y efectismo, aunque en los momentos solistas como esta Obertura o el sucesivo arreglo de temas de zarzuela, faltó algo de claridad y atención al detalle. Para completar la primera parte, Camarena pasó al repertorio en francés con "La maîtrese du roi" de La favorite de Donizetti pero sobretodo "Je suis seul! … Ah! Fuyez, douce image" de la Manon de Massenet. Esta última, a pesar de no pertenecer a su habitual repertorio, fue de lo mejor de la velada. La voz sonó con más cuerpo, cargada de dramatismo, la dicción bien correcta. Puede que sean indicios de una voz que empieza a cambiar, como suele ser natural con la edad, hacia un registro más robusto, perdiendo brillo en el registro más elevado, y seguramente brindando una agradable sorpresa.