Desde 1983, y de forma no consecutiva, Ibermúsica tiene el placer de acercar al público madrileño a una de las mejores orquestas del mundo: la Royal Concertgebouw Orchestra de Ámsterdam. La agrupación holandesa ha pasado por las manos de directores consagrados como Valeri Gérgiev, Georg Solti, Riccardo Chailly o Nikolaus Harnoncourt, cada uno de los cuales ha aportado visiones tan distintas de las obras de repertorio que cuesta creer que se trate de la misma agrupación. Este último director, por ejemplo, se enfrentó a la RCO con conceptos historicistas –que prosiguió Riccardo Chailly– que poco o nada tienen que ver con las versiones personales de Mariss Jansons, el actual director titular.
Le bourgeois gentilhomme se enmarca en el periodo compositivo de Der Rosenkavalier, y ambas comparten relaciones estilísticas. Richard Strauss consideró idónea esta obra basada en la commedia dell'arte para acompañar a la ópera de un acto, Ariadne auf Naxos, durante su estreno. Más tarde pasaría a convertirse en una suite para orquesta de cámara y piano, de texturas claramente neoclásicas. Jansons ofreció una versión ágil, perfectamente articulada y equilibrada en los planos sonoros. Los juegos armónicos se entrelazaban, en ocasiones con reminiscencias barrocas durante la Courante, y con otras más disonantes en los metales durante la Obertura. Los brazos extensos y el gesto abierto del adalid, que remedaba en ocasiones al de Karajan, indicaban una majestuosidad solemne en contraste con pasajes puntillados bien definidos.
Al igual que el dúo Harnoncourt/Jansons, los caracteres equidistantes de Mahler y Strauss también dirigieron la RCO y ofrecieron diferentes versiones de obras postrománticas. Ambos sentían admiración por los trabajos de su antagónico. Posiblemente el compositor alemán dirigiera la Sinfonía n. 4 de Mahler, protagonista de la segunda parte del concierto. Un estadio totalmente desolador anticipa a esta obra la tercera de sus sinfonías –un trabajo coral de seis movimientos subtitulada Eine Sommermorgentraum (Un sueño de una mañana de verano)–, sustentada en melodías folclóricas modificadas que simbolizaban, de alguna manera, la tradición del Imperio austrohúngaro, al que poco tiempo le quedaba de vida. De este hálito surge el canto del cuarto movimiento de la Cuarta, la visión de un niño Des Knaben Wunderhorn, que comparten material musical con el final de la Tercera.