Se inauguraba el Ciclo Sinfónico de la temporada 2025/2026 de la Orquesta y Coro Nacionales de España con una ópera en versión de concierto dramatizada, con David Afkham al frente en la que será su última temporada al frente de la formación. Y no con una ópera cualquiera, sino con Wozzeck de Berg, consolidando y a la vez dando un paso más en el recorrido que el maestro alemán ha trazado en estos años madrileños en torno a esas décadas que se han rubricado bajo el eje temático de la incipiente temporada, El mundo de ayer.
En primer lugar, hay que destacar la honestidad y la plena comprensión de lo que es una versión de concierto dramatizada: en este caso hemos estado cerca de una versión escénica gracias a un trabajo eficaz y bien medido de Susana Gómez. Evidentemente no hay atrezo y el espacio en el que se mueven los intérpretes es reducido al estar la orquesta (y no precisamente una versión reducida) sobre el escenario, pero se aprovechó al máximo el espacio disponible. Los cantantes recitaron sus papeles, no ya solamente sin necesidad de partitura, sino también con movimientos coordinados y desarrollando sus acciones dramáticas plenamente. Buena iluminación también, si bien con las limitaciones típicas de no estar en un teatro, y con acertados efectos en los momentos oportunos. Por tanto, estuvo por encima de las expectativas el así denominado concepto escénico que ha permitido seguir la acción con facilidad y ha contribuido a la intensidad dramática de la obra.
Desde el punto de vista musical, el protagonismo ha estado compartido entre la orquesta y los cantantes. Puntuales las intervenciones del coro, pero bien ajustadas, así como el conjunto infantil Antara Korai, al centro de la escalofriante escena final. Entre los roles menores cabe destacar el Andres de Tansel Akzeybek, un tenor lírico pleno, con facilidad de emisión, versatilidad entre el canto y el registro de Sprechgesang que Berg exige a menudo, siendo expresivo también en el respecto dramático. Correcto y constante el Tambor mayor de Rodrigo Garull, aunque adoleció algún momento frente a la enorme masa orquestal, algo que afectó de forma bastante evidente tanto a Stephen Milling (Doctor) y a Jürgen Sacher (Capitán). En todo caso, más allá de este aspecto Sacher plasmó un rol permeado de histrionismo, vocalmente ágil y sin fisuras en su musicalidad. Más parco fue Milling desde el punto de vista actoral y algo opaco en la emisión, aunque en suma funcional al personaje. La Marie de Lise Lindström fue notable: desde el punto de vista vocal se desenvolvió con fluidez en todos los registros, con gran potencia y precisión a la vez; algo menos expresiva en el registro más hablado, con un desarrollo dramático en el que no aparecía plenamente la doblez del personaje sobre todo en los dos primeros actos, aunque aumentó el voltaje en el último.
Y sin duda el más completo fue justamente Wozzeck, encarnado por un Martin Winkler que derrochó energía dando vida a un personaje de una terrible complejidad. ¿Es Wozzeck una mala persona? ¿Es su pobreza material consecuencia de su pobreza moral? ¿Sus carencias intelectuales son únicamente fruto de su enfermedad mental? Estas preguntas son indicativas de todo lo que conlleva ser Wozzeck y Winkler las asume todas para un trabajo actoral pleno, imbuido en el papel. Además vocalmente fue brillante, con una musicalidad plenamente trabajada, una variedad de registros y de recursos que demuestran el conocimiento de un material tan difícil.
Por su parte Afkham realizó una labor que realmente no es común por su capacidad de conjugar la visión de conjunto con la atención al detalle. Adorno dijo al escuchar los Fragmentos de Wozzeck estrenados un año antes de la ópera, que era como escuchar a Mahler y Schönberg a la vez, y en efecto Berg cumplió una síntesis tan perfecta como original. Ello significa que la orquesta tiene que devolver sonoridades y atmósferas que miran hacia adelante y hacia atrás al mismo tiempo, que transita entre la intimidad casi camerística hasta la atronadora fuerza de la gran orquesta. Y Afkham estuvo muy acertado en tal sentido, conjugando coherencia y versatilidad en un discurso lleno de contrastes pero siempre progresivo y orientado hacia el clímax dramático que explotó magistralmente después de la muerte de Marie.
En definitiva, mucho más se podría decir sobre pasajes y momentos de este Wozzeck que ha abierto una prometedora temporada de la OCNE, pero sea suficiente estas notas para dar una idea del resultado alcanzado, lleno de fuerza, capaz de transmitir la angustia que libreto y partitura contienen, demostrando la madurez de una formación y un director que no se cansan de asumir nuevos retos.
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