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Una sombra de Fidelio en Madrid: Haenchen decepciona en el Teatro Real

Por , 29 mayo 2015

Siempre es difícil hacer frente a las altas expectativas. En los últimos 15 años Fidelio ha sido dirgido en el Teatro Real por dos de los mejores intérpretes contemporáneos para este título: Daniel Barenboim y Claudio Abbado. Harmut Haenchen, tras las extraordinarias representaciones Lady Macbeth de Mtsensk de Shostakovich y Lohengrin, de Wagner en el Teatro Real, parecía una buena opción para ponerse al frente de este gigante, pero resultó incapaz de inspirar a una orquesta que parece estar pasando por un crisis artística. El buen canto no pudo compensar la sensación general de pesimismo y la rutina se apoderó de la noche del estreno.

Fidelio es probablemente una de las partituras más hermosas del repertorio. Beethoven llevó el Clasicismo al extremo y lo sacudió con una revolucionaria, aunque siempre noble, ráfaga de humanismo romántico. Creó una sinfonía operística cuyo continuo musical representa toda la gama de sentimientos expresados ​​en el libreto. Su moralidad, en blancos y negros, resulta casi tranquilizadora, y una chispa de optimismo radical se abre camino a través de la partitura y del libreto, incluso si uno no puede evitar simpatizar con el pobre Marzelline, el perdedor injusto de la trama.

 Lamentablemente, ninguna de estas brillantes premisas inspiraron a Pier 'Alli, que mezcló en la puesta en escena minimalismo y vieja escuela para crear una producción que podríamos describir, en el mejor de los casos, como rentable. Estrenada en Valencia hace casi una década ha sido revivida en el Teatro Real en sustitución a un proyecto frustrado de La Fura dels Baus. Aunque ofrece un escenario horripilante y eficaz en el acto I, la falta de imaginación, una total ausencia de dirección escénica y un diseño cuestionable dificultan el desarrollo del drama. Los cantantes actuaron de forma instintiva, sin ningún código claro, y la entrada del coro en el Acto I, uno de los momentos más emotivos de la ópera, quedó arruinado por una gestualidad torpe y una disposición estática en el escenario. Visualmente, la escasez de elementos escénicos se compensa con proyecciones en 3D de mazmorras y muros, pero el resultado fue tan pobre que parecía salido del videojuego Resident Evil.

Musicalmente, la  interpretación vino a confirmar una preocupante tendencia que se ha vuelto evidente: la orquesta parece incapaz de mantener el buen nivel logrado durante los últimos cinco años. El sonido no es tan rico, la calidad de la sección de viento se ha reducido notablemente y hasta las cuerdas tienen un timbre más seco y un color más pobre en comparación a como sonaban hace un año. Haenchen ofreció un concepto del estilo beethoveniano poco pulido y falto de elegancia, con transiciones bruscas, falta de control en las dinámicas y, en general, poca atención a los infinitos detalles de la partitura. Los tutti orquestales sonaron con demasiado volumen y desordenados, tanto que los solistas no consiguieron resaltar. Como anécdota, Haenchen decidió añadir el tercer y cuarto movimientos de la Quinta sinfonía de Beethoven a modo de interludio después de "O Namenlose Freude!".

Afortunadamente, los cantantes consiguieron salvar parte. Adrianne Pieczonka, una de las mejores sopranos líricas de hoy en día de repertorio alemán, encabezó un reparto verdaderamente sólido. Su voz tiene un impresionante toque metálico que, combinado con un vibrato eléctrico, enciende su interpretación. La voz revela un poco de cansancio en las partes más ligeras, y el papel, una peligrosa mezcla de sopranos de Gluck y heroínas rubias wagnerianas, está al límite de sus posibilidades actuales, pero fue capaz de representar una Leonore apasionada, elegante y valiente. El fraseo podría haber sido más refinado pero fue, en general, una actuación brillante.

Michael König, Kammersänger extraoficial del Teatro Real (ha aparecido en cada temporada desde 2010), convenció a la audiencia con su timbre áspero y su fraseo cándido, a pesar de un Florestan falto de heroísmo y nobleza. Los potentes agudos de Alan Held transmitieron un verdadero autoritario Don Pizarro y Franz-Josef Selig fue un más que correcto Rocco. Pero la gran sorpresa de la noche llegó con la Marzelline fresca y luminosa de Anett Fritsch. Su timbre es increíblemente rico para una soprano lírico-ligera y suena plena y saludable en las notas medias. Cantó con musicalidad natural y buena dicción del alemán y fue recompensada con una generosa ovación. Ed Lyon estuvo también muy bueno como Jaquino, mostrando un bello y luminoso timbre y un canto pulido. Con un poco de más de inspiración en el foso, este podría haber sido sin duda un buen Fidelio.

Traducción del inglés de Katia de Miguel

**111
Sobre nuestra calificación
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Crítica hecha desde Teatro Real: Sala Principal, Madrid el 27 mayo 2015
Beethoven, Fidelio
Hartmut Haenchen, Dirección
Pier' Alli, Dirección de escena
Alfons Flores, Diseño de escena
Lluc Castells, Diseño de vestuario
Adrianne Pieczonka, Leonore
Anett Fritsch, Marzelline
Michael König, Florestan
Ed Lyon, Jaquino
Alan Held, Don Pizarro
Goran Jurić, Don Fernando
Franz-Josef Selig, Rocco
Orquesta Sinfónica de Madrid
Coro Intermezzo
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