Bajo la batuta de Xian Zhang y acompañados por Sabina Puértolas, Sonia Prina, Matthias Stier y Christian Senn, el pasado 23 de diciembre la Orquestra y el Coro Nacional de España daba el pistoletazo a las Navidades interpretando el Messiah de Händel en el Auditorio Nacional de Música de Madrid.
La dirección tuvo mucho que ver con el éxito de la velada: desde el primer momento y hasta la ovación final Xian Zhang tuvo todo bajo control, gestionando a la perfección las entradas de los solistas y del coro, la modulación de la intensidad del volumen, así como las fugas, el diálogo entre los instrumentos y entre éstos y los solistas y el coro. Ni una sola nota de la partitura pasó desapercibida en la sala sinfónica del Auditorio Nacional, que tanto se dejó mecer por los ritmos sosegados de las arias graves como vibró al ritmo propiamente barroco de aquellas otras más vivas y galopantes.
Los solistas, que protagonizaron sobre todo la primera parte del concierto, contribuyeron también a dar un toque especial a la interpretación de Messiah. Si el tenor y el barítono se mantuvieron en una línea interpretativa más bien tradicional, reflejando el espíritu religioso de la composición, la soprano y la contralto infundieron una buena dosis de vitalidad a sus intervenciones. Ambas se dejaron llevar por las cadencias acompasadas de la partitura: Sabina Puértolas instilando una pasión tal vez demasiado amorosa y Sonia Prina un temperamento más vivo a algunas de las arias por ellas cantadas. Aun con eso, todos fueron capaces de no dejar indiferente al público en la sala, con una interpretación capaz de mantener despierta la atención y el interés.
Por su parte, la Orquesta Nacional de España supo acompañar a los cantantes alternando de manera magistral el rol de protagonista del de mero apoyo armónico. Su interpretación fue brillante, precisa, constantemente atenta a la batuta de Xian Zhang y, sobre todo, capaz de adaptarse al dialogante de turno. Esencial el papel de los continuos que, sin sobrepasarse, se hicieron notar elegantemente a lo largo de todo el concierto. Digno de nota fue el solo del trompeta en la parte final: fuerte, claro y sin salpicaduras, como un chorro de agua cristalina.