“Nueve Novenas”, rezaba el cartel para la IV Edición de “Sólo Música”, y ya con eso bastaba para hacerse una idea del inconmensurable evento que el CNDM había preparado para festejar el Día Europeo de la Música. Desde las 11 de la mañana hasta pasada la medianoche el Auditorio Nacional acogió la Fiesta de la Música y dio cabida a cinco de nuestras orquestas más representativas. También nuestro Coro Nacional tuvo una excepcional participación, pues en las Nueve Novenas no podía faltar la de Beethoven, y no es un secreto que la participación vocal en esta obra de la humanidad requiere un coro enérgico y bien cohesionado. Y, por cierto, que para energías las de Víctor Pablo Pérez, que aceptó la tarea ciclópea de afrontar los cinco conciertos sinfónicos, dirigiendo, a lo largo del día, nada menos que Nueve Sinfonías, y entre ellas la de Beethoven, La Grande de Schubert, la Inacabada de Bruckner, la del Nuevo Mundo de Dvorak y la de Shostakovich… y para concluir, la de Mahler. Para entonces ya habían celebrado las brujas su aquelarre de San Juan, pero frente al Auditorio el público se rendía a la magia de esta Sinfonía proyectada en directo sobre una pantalla gigante, ajeno a cualquier otro hechizo que no fuera el de la música.
Mucho público, en efecto, en la Plaza del Auditorio como consecuencia del Proyecto “Novenas en la Calle”, es decir, la retransmisión en directo a través de una pantalla gigante apostada en la fachada del edificio. Como digo, a las 22:30 se retransmitió la Sinfonía de Mahler, pero antes los transeúntes se toparon con el sinfonismo de Shostakovich y de Dvorak, y no resistieron la tentación de detenerse a escuchar la música, acomodándose en las gradas o simplemente apostándose de pie. No hay calor que rivalice con una buena sinfonía al aire libre: tres grandes compositores, dos grandes orquestas, un enorme director, y unos técnicos impecables que velaron en todo momento por la calidad del sonido proyectado en el exterior. Y además con acceso libre, que la música clásica no ha de estar nunca reservada a los bolsillos más caudalosos.
No siendo gratuitos, los eventos acontecidos intramuros se beneficiaron de un precio sumamente asequible que sin duda propició una afluencia de público, por lo menos, llamativa. Al final se trata de esto, de propiciar que el acceso a la música clásica se facilite para que los que más la desconocen puedan acceder a ella y beneficiarse de sus múltiples ventajas para la salud espiritual.
En alguna ocasión ha señalado Daniel Barenboim que la música de Beethoven no habla solo a los europeos, sino que “aunque fue escrita en Bonn, habla a las personas en Ramala, en Australia o en cualquier otro lugar”. Tal vez por esta razón de accesibilidad universal del mensaje Beethoveniano los responsables del evento decidieron darle al genio de Bonn un espacio particular en esta Fiesta de la Música. De esta guisa, un elenco de cinco pianistas se dieron a la tarea de interpretar al piano las Nueve Sinfonías de Beethoven, en la adaptación que Franz Liszt hiciera para este instrumento.