Gran concierto, el celebrado en el Auditorio Hospedería Fonseca de Salamanca, cuyo programa giró en torno a la compositora veneciana Babara Strozzi, además de incluir obras de otros músicos de su época. Enmarcado en el Festival “Salamanca Barroca”, el evento contó con unos intérpretes reconocidos a nivel internacional, que dieron buena muestra de su calidad.
Núria Rial es una soprano de voz exquisita, que atrapa la atención desde el primer momento de escucha, además de mostrar una gestualidad adecuada en cada una de sus intervenciones. Sin recurrir a una gama dinámica extrema, Rial tuvo la capacidad de mostrar las numerosas inflexiones relacionadas con los textos, expuestos con enorme claridad, algo que produjo la variedad necesaria para poder enfrentarse con éxito a todas las canciones de la velada. Además, desplegó una capacidad técnica y expresiva que le permitió triunfar, tanto en momentos de brío y virtuosismo como en pianísimos susurrantes. Su actuación tuvo el punto álgido con la memorable interpretación de L’Eraclito amoroso (“Udite amanti”) de Strozzi, fascinante pieza de gran dramatismo, en la que las cualidades interpretativas de la soprano brillaron de manera especial. Pero todas sus intervenciones fueron de gran calidad, comenzando con una visión luminosa de canciones como Che si puo fare y Parla alli suoi pensieri, también de Strozzi, que podrían permitir interpretaciones más sombrías –aunque las versiones de Rial fueron muy logradas–, hasta las más alegres, como la última canción de la velada: Amor dormiglioni, también de la compositora veneciana, cantada con gracia y variedad; pasando por las dos preciosas canciones de Tarquinio Merula, magníficamente expuestas. Rial estuvo también excelente en el regalo monteverdiano, realizado con sabiduría y gran expresividad.
Fahmi Alqhai lideró, desde la viola da gamba, la Accademia del Piacere; una formación que estuvo a gran altura en todas las canciones –en perfecta comunión con Rial– y en las piezas instrumentales. Con arreglos, a veces muy personales, pero siempre con buen gusto y respetuosos con el estilo, los músicos manifestaron virtudes como el cuidado de las dinámicas o los tratamientos rítmicos, entre otros muchos aspectos. La calidad del conjunto quedó demostrada en las obras instrumentales de Biagio Marini, o en la curiosa Sonata prima à 2 en sol menor de Johann Rosenmüller. En el terreno individual, el archilaudista Carles Blanch estuvo espléndido en las improvisaciones y los acompañamientos. El excelente clavecinista Javier Núñez actuó a solo en el intrigante Capriccio cromatico, de Tarquinio Merula, del que realizó una versión sobria y controlada y, además, estuvo estupendo en el bajo continuo. Rami Alqhai, al violotto, llevó con maestría las líneas graves, y supo sacar partido a ciertos efectos –como la utilización rítmica de notas picadas– que tuvieron gran interés. Tanto Johanna Rose como Fahmi Alqhai, ambos a la viola da gamba, estuvieron perfectamente integrados en el grupo y destacaron en sus respectivos solos. Además, resultó curiosa la utilización que Rose y Alqhai hacían de sus instrumentos en momentos puntuales, que eran tocados como si fuesen guitarras.