En su debut con la Orquesta Sinfónica de Tenerife, el director Lucas Macías Navarro demostró ser capaz de enfrentarse a un programa de máxima dificultad y evidenció cualidades importantes como el trabajo serio y la claridad de ideas. A su favor tuvo una orquesta en buena forma y al reconocido marimbista Leigh Howard Stevens. Este concierto, además de estar incluido en la temporada de la Sinfónica, supone la inauguración del X Festival de Música Contemporánea de Tenerife, en el que la percusión tiene un gran protagonismo.
La velada comenzó con el Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy, obra maestra de reconocida trascendencia histórica. La versión de Macías Navarro fue de menos a más, comenzando con buenas ideas que no parecían materializarse completamente. El principio quedó algo descafeinado, a pesar de la excelente intervención de la flauta y demás solistas de la orquesta. Posteriormente, subió el nivel, y el director prestó especial atención a la sección de cuerdas, consiguiendo que cantara con gran belleza. La sección central, Même Movt. Expressif et très sostenu, estuvo muy bien preparada y expuesta. En general, fue una versión más que correcta, aunque hubiera ganado con más imaginación.
El Concierto para marimba y orquesta de Robert Kurka es una obra ingeniosa y de agradable escucha. Las influencias jazzísticas son evidentes, así como también la impresión de que en muchos momentos, la parte solista nos presenta un incipiente minimalismo. La escritura solística no parece reflejar un virtuosismo deslumbrante, pero requiere un gran control del ritmo y las sonoridades, aspectos que fueron resueltos admirablemente por Leigh Howard Stevens. Macías Navarro se mostró muy atento al solista y consiguió reflejar los distintos estados anímicos de la obra. Solo se hubiera podido pedir algo más de cuidado en el primer movimiento, Allegro Molto, donde no se escuchó al solista en un par de ocasiones. Por lo demás, estuvo excelente. Muy logrados el Adagio espressivo y el Allegro con spirito, destacando la seriedad casi fúnebre en el primer caso, y los juegos rítmicos en el segundo. De regalo, el marimbista interpretó un arreglo de un himno galés, en el que destacó su control de los matices más suaves y la claridad de las voces.