El 36 Festival Internacional de Música de Canarias ha concluido con la memorable actuación de la Orchestre de Paris, bajo la batuta de Christoph Eschenbach y teniendo como solista al jovencísimo Daniel Lozakovich. El festival ha presentado conciertos de un altísimo nivel, contando además en esta edición con nuevos proyectos como el Festival En Paralelo, el Proyecto Sigue la Música y un festival de música contemporánea que tendrá lugar en los próximos meses.
La Orchestre de Paris no es solo una de las más importantes entre las formaciones francesas, sino que su trayectoria la sitúa entre las grandes referencias a nivel mundial. Su nivel quedó ampliamente demostrado en este concierto y sus mayores virtudes (claridad de líneas, conjunción entre secciones, control sonoro, etc.) fueron reforzadas por Eschenbach, uno de los grandes directores en la actualidad, cuyo estilo de dirección es de gestos claros y nunca ostentosos, y con unos enérgicos impulsos rítmicos sorprendentes, aún más cuando Eschenbach está a punto de cumplir ochenta años. Por otro lado, el jovencísimo Daniel Lozakovich es ya considerado uno de los violinistas más prometedores del momento, algo que se confirma a tenor de lo escuchado en esta velada.
El Concierto para violín y orquesta en mi menor, Op.64 de Felix Mendelssohn es una de las obras más reconocidas del repertorio, y en ella pudimos comprobar las capacidades de este joven artista nacido en Suecia. Su sonido, sin ser el más voluminoso, es bellísimo y, sobre todo, flexible, lo que le permite controlar innumerables variantes de fraseo. Su técnica es muy segura, pero nunca destaca como un fin en sí misma. Todo esto quedó reflejado en el Allegro molto appassionato, con un canto hermoso y sentido, variedad de caracteres y una impresionante cadenza. En el Andante sorprendió por su uso de la mezza voce al comienzo y el contraste con momentos más dramáticos. En el Allegretto non troppo-Allegro molto vivace ofreció un buen comienzo muy bien cantado para luego hacer una gran demostración de virtuosismo, si bien el movimiento rápido pudo haber estado algo más controlado con un tempo más lento para disfrutar de los múltiples detalles de la escritura mendelssohniana. Impresionante, en todo caso. Durante toda la obra, Eschenbach y la orquesta fueron excelentes colaboradores, siguiendo con cuidado al violinista y mostrando los diferentes aspectos sinfónicos. En conjunto, una versión memorable, sobre todo en los dos primeros movimientos. Como regalo, Lozakovich ofreció el Adagio de la Sonata en sol menor BWV1001 en una espléndida versión, íntima y muy expresiva.