Cualquiera que haya asistido a una representación de Marianela Núñez sabe que su sonrisa irradia hasta el fondo de la Royal Opera House. Así que no sorprende descubrir que en su camerino en la Royal Opera House se muestre igual de natural y radiante. Cuando hablamos en enero, Núñez estaba en medio de los ensayos para la reposición de Onegin (la visión de John Cranko sobre Pushkin y Tchaikovsky) a la vez que protagonizaba en el escenario tres funciones de La bella durmiente.
Asistí a la segunda de esas tres representaciones y me maravilló la energía de Núñez para acometer el rol de Aurora, el cual se considera uno de los más difíciles del repertorio clásico, tres veces en una semana. “Son, literalmente, tres actos de técnica pura!” exclama Núñez. “No hay manera de trampear o emborronar ningún paso, es como volver a los inicios de tu formación. Es una de las razones por las que adoro tantísimo trabajar e interpretar este papel, porque me lleva a mis orígenes”.
Además de eso, tienes que hacer la caracterización. A pesar de que habitualmente se piense que no es más que un cuento de hadas, hay muchísimo que volcar en el papel de Aurora, los tres actos son completamente distintos: en el acto 1 es una joven de dieciséis años y una explosión de felicidad; en el 2 está la escena de la visión, en la que tienes que ser una bailarina completamente distinta; y en el 3, el gran pas de deux te da la base para pensar en ella de distintas maneras. ¡Gracias, Petipa, gracias Tchaikovsky, por crear una obra tan brillante!”
¿Pero cómo puede hacer tres Auroras en tan solo siete días? “Repaso el ballet casi cada día”, explica. “Hemos ensayado menos tiempo esta vez, pero normalmente tenemos tres semanas. Los días que no hago el ballet completo, tomo una sección, la examino y la repito mucho, de ese modo mi cuerpo no sufre cuando abordo la interpretación completa. Claro está, todavía recibo clases, y también practico Pilates, para cada ballet que preparo, así que hago todo lo que me puede venir bien para estar fuerte y lista para la batalla!” sonríe.
En paralelo con las funciones de Aurora, Núñez ha estado ensayando Tatiana en Onegin, ambos papeles son muy importantes, pero de estilos muy distintos. “En Onegin, el pas de deux es muy técnico, muy físico y atlético, requiere mucha energía y resistencia. Después tienes el pas de deux con Gremin de una estructura muy clásica, así que tienes que estar en forma. El compromiso y el trabajo de cada día tiene su recompensa en el escenario. A veces, termino una función aquí y me voy derecha al aeropuerto para bailar como invitada en algún otro sitio. He aprendido que si me preparo adecuadamente y me cuido, puedo asumir todo lo que quiera!”
Núñez está muy solicitada como artista invitada y está claro que disfruta la oportunidad de bailar con distintas compañías. En cualquier caso, no le gusta solo llegar, bailar y marcharse. “Cuando me invitan, no me gusta tan solo llegar y hacer mi papel a mi modo, me gusta pasar tiempo con la compañía, verlos y adaptarme a la versión que estén haciendo, lo encuentro muy inspirador y vuelvo con algo nuevo aprendido que puedo compartir. Siempre digo que tengo lo mejor de ambos mundos”.
El pasado otoño interpretó Onegin como invitada en la Scala con Roberto Bolle (un colaborador habitual) y tiene programado un tour con la compañía de Los Ángeles en julio (Giselle y Onegin). He ido a La Scala durante muchos años y los conozco bien: el departamento de vestuario, el de peluquería… ¡es territorio conocido para mí!”
A Núñez le gusta volver a Buenos Aires, en su Argentina natal, cada dos años a bailar en el Teatro Colón. A finales de año interpretará La Bayadère de Makarova con su pareja habitual en el Royal Ballet Vadim Muntagirov. “¡El Teatro Colón es increíble!” dice muy entusiasmada. “Además, mucha de la gente con la que fui al colegio está ahora en la compañía, así que es como una reunión!”
Bayadère de Marakova tuvo una gran influencia en la joven Nela. “Cuando vivía en Argentina, tenía muchos ballets del Royal Ballet en VHS –supongo que eso delata mi edad!”, se ríe. “Salió el otro día nuestra nueva Bayadère en DVD con Natalia y Vadim y recordé que tenía el VHS de Altyani Asylmuratova, Irek Mukhamedov y Darcey Bussell. Lo veía tantas veces que mis padres gritaban, “¿otra vez?”. Así que fue esa generación de bailarines (Darcey, Sylvie [Guillem] and Viviana [Durante]) que bailaban aquí, una de las razones por las que quería unirme al Royal Ballet Company y por lo que me presenté a las audiciones.
Tras unirse al Royal Ballet en 1998, la estrella de Núñez subió rápidamente, ascendió a solista primera en 2000 y a principal en 2002. Es una de las estrellas de la compañía y hay gran parte del público que compran las entradas específicamente para asistir a sus representaciones. Le pregunto si esto supone una presión añadida. Núñez sonríe.
“La verdad es que me gusta la presión. Quiero, por todos los medios, ofrecer siempre al público una buena actuación, es algo que me impongo a mí misma. No creo sentir presión ante la expectativa del público. En cualquier caso lo adoro y estoy muy agradecida por el apoyo que recibo del público por todo el mundo”.
¿Puede sentirlo? “Sí, de hecho, sí puedes”, contesta con seriedad. “Creo que cuanto más doy, más recibo. Es un intercambio mutuo. Para un artista, esto es nuestra vida, es para lo que vives, de una manera muy saludable y apasionada. Así que sentir que la gente aprecia lo que hago, que valora esta forma artística es algo por lo que estoy muy agradecida. Esto es lo que el mundo necesita –más gente que ame las artes y que pueda venir al teatro y perderse en este mundo. El arte cura”.
Sugiero que las artes pueden ser una vía de escape de la vida diaria y Núñez está de acuerdo. “Te hace reflexionar y te ayuda a ver las cosas de una manera distinta. Ocurre cuando vas al teatro o cuando visitas una galería de arte o un museo”.