Tchaikovsky habita un lugar especial en el corazón de los rusos. Semyon Bychkov lo acogió en el colegio. “Dos de los profesores que teníamos eran muy buenos amigos: uno enseñaba literatura musical y el otro literatura”, recuerda. “Se coordinaban para cubrir los contenidos que nos impartían, y en un momento dado tocó Pushkin y Tchaikovsky (Onegin, Reina de picas); recuerdo muy vívidamente las discusiones acerca de Onegin, por ejemplo, debates sobre si Tatyana al final cometía un error al no seguir lo que le dictaba el corazón por lealtad a su marido. Los debates eran intensos (éramos solo chicos y, como se puede imaginar, los chicos pueden alterarse mucho), nos encontrábamos en plena adolescencia y verdaderamente, ¡el tema nos importaba muchísimo!
Bychkov es en la actualidad uno de los grandes directores de Tchaikovsky. La pasada temporada dirigió Onegin en el Covent Garden, sacó de las cuerdas una calidez melancólica y embellecida. En esas funciones se reunió con Dmitri Hvorostovsky por primera vez desde la grabación que hicieron en París en 1992. “Hvorostovsky es uno de esos artistas que consigue crear el más completo y auténtico retrato de Onegin. Si a eso añades las condiciones en las que regresó al papel (se encontraba luchando por su vida) lo hace tan significativo y emocional."
La reina de picas es otra ópera que se siente obligado a dirigir de nuevo, pero hasta entonces, está centrado en las sinfonías ya que está a punto de lanzar el Proyecto Tchaikovsky: una serie de conciertos en Londres y Nueva York además de una grabación con la Filarmónica Checa.
Evgeny Mravinsky fue, inevitablemente, una de las primeras influencias para el joven Bychkov. “Crecer viendo a alguien como Mravinsky, que entonces llevaba dirigiendo la Filarmónica de Leningrado cincuenta años (durante los sesenta y comienzos de los setenta, que fue cuando dejé la Unión Soviética), no era tanto lo que hacía, sino cómo lo hacía. Era una búsqueda infinita de la expresión y de la calidad en el repertorio, relativamente reducido, que dirigió durante sus últimas décadas. Solían ensayar la Quinta de Tchaikovsky que, aunque la llevaban no solo en la sangre, sino en cada célula de su cuerpo, Mravinsky trabajaba en ella durante varios días antes de interpretarla de nuevo, lo que a veces pasaba más de una vez en la temporada."
Su maestro Ilya Musin fue una enorma influencia, así como Nikolai Rabinovich, colega de Musin en el Conservatorio Rimsky-Korsakov y muy diferentes en temperamento. Por entonces había orquestas y directores visitantes. “Karajan vino en en 1969 con la Filarmónica de Berlín, ¡nos quedamos con la boca abierta cuando les escuchamos la Décima de Shostakovich! Era muy fiel al espíritu y eso fue lo que resultó tan asombroso. Creo que los rusos, con la música rusa como la de Tchaikovsky o Shostakovich, como los italianos con Verdi, o los ingleses con Elgar, creen que son dueños de eso tan propio de su cultura, y nadie más (por muy bueno que sea) puede llegar al corazón de la misma. El Shostakovich de Karajan fue un enorme shock, lo que te hace pensar que, al fin y al cabo, el talento humano, el auténtico talento no conoce fronteras."
El Proyecto Tchaikovsky de Bychkov, en el que figuran la Orquesta Sinfónica de la BBC y las Filarmónicas de Nueva York y Checa, es para el director una inmersión completa y significa una revaloración de la música. “Cuando vives con algo que resulta que también amas, asumes y das por sentado muchas cosas. Pero cuando te sumerges en algo concreto, te replanteas y aprendes muchas cosas.”
“Ahora mismo estoy leyendo mucho, por ejemplo su correspondencia con Nadezhda von Meck, uno de los pocos seres que lo comprendían, y de una manera muy especial, teniendo en cuenta que ¡nunca se conocieron! También está Modest, su hermano, y otras personas cuyos nombres no nos dicen nada hoy en día, pero que fueron muy importantes en su vida. Vassily Sapelnikov interpretó el Primer concierto de piano de Tchaikovsky en Hamburgo en 1888, era su debut y Tchaikovsky dirigía. En 1909, Sapelnikov escribió sus recuerdos sobre Tchaikovsky y alude a la última vez que vio al compositor en junio de 1893, seis meses antes de que Tchaikovsky falleciera.
“Sapelnikov comentaba que Tchaikovsky no tenía ningún deseo de aparentar, en él era todo sinceridad. De los escritos que nos han llegado de otras personas que lo conocieron muy de cerca emerge una personalidad de muchas facetas. Por un lado, la de un hombre increíblemente alegre, que le encantaba estar rodeado de gente, una buena persona que amaba la vida. Por otro, la de una personalidad torturada, la de un hombre que se encuentra muy solo y lleno de ansiedades. El hombre era como su música (esto fue lo que les dije a mis colegas en el ensayo de ayer en Praga), comparto con ellos lo que voy descubriendo sobre él, y comenté “el hombre era sinceridad en sí misma”, citando a Sapelnikov. “Debemos tocar su música tal y como era él. No es suficiente con tocar bellas notas."