Nos encontramos ante uno de esos conciertos redondos que, sin proponer de entrada grandes intenciones, termina convirtiéndose en uno de los eventos más recordados por los asiduos melómanos. Naturalmente, siempre es motivo de atención que se interpreten las dos Romanzas para violín de Beethoven. No reconociéndose a este compositor como un gran violinista, no cabe duda de que sus obras para violín y orquesta son legendarias. Escuchamos en esta ocasión, como preámbulo a otras composiciones sinfónicas, las dos Romanzas interpretadas por la incontestable violinista Julia Fischer. Estas fueron las únicas, breves, ocasiones en que el violín se perfiló como solista, dado que tampoco se ofreció una propina para este instrumento solo. Pero no se echó de menos el protagonismo individual, a juzgar por la inolvidable interpretación de las obras de Schubert y Schönberg incluidas en el programa.
Una de las grandezas de este concierto consistió en perfilar un programa unificado pero con una notable variedad de caracteres. Escuchamos de entrada la primera Romanza de Beethoven, iniciándose la música con el violín solo proyectando unas desafiantes notas dobles a modo de presentación, seguidas al poco por el acompañamiento orquestal. Bien marcadas las entradas en una obra aparentemente simple de equilibrar, nos sorprendió la impecable afinación de la violinista alemana y, sobre todo, la capacidad para producir un sonido nítido y flexible, capaz de sortear los contrastes dinámicos de la partitura sin afectar a la unidad del discurso. Tras el descanso, la segunda Romanza brilló particularmente por la flexibilidad de su fraseo y por el diálogo contemplativo que se desarrolló entre la solista y la orquesta.
La primera dio la entrada a la Quinta sinfonía de Schubert, una obra a la que con razón se le han encontrado similitudes con la música de Mozart. El carácter espontáneo y desenfadado es una de ellas, y, tal vez, lo más logrado de la Academy St Martin in the Fields fue equilibrar el tono más o menos descuidado de la Sinfonía con la meticulosidad del trabajo de conjunto. Supo la formación definir con claridad la estructura de esta obra para poder seguir con facilidad todos los elementos temáticos de la composición, y comprender la forma en qué se relacionan entre ellos.