Zerfließe, mein Herze, in Fluten der Zähren / Dem Höchsten zu Ehren! / Erzähle der Welt und dem Himmel die Not: Dein Jesus ist tot! –¡Disuélvete, corazón mío, en ríos de lágrimas / para honrar al Altísimo! / Cuéntale al mundo y al cielo la desgracia: ¡Tu Jesús ha muerto!–.
Lo solemne precisa dosis exacta. La afectación desmesurada, el gesto teatral o la gravedad rígida encierran siempre la tentación a evitar en el contexto de la presencia ante el sufrimiento ajeno. Hay una dignidad del llanto o, por mejor decir, un llanto digno, despojado de alharacas y artificios; hay condiciones para el condoliente, esa palabra que no existe pero imaginó necesaria Gabriel García Márquez; hay ríos de lágrimas que honran, que son capaces de elevarse dando alcance a lo sublime. Marc Minkowski, Les Musiciens du Louvre Grenoble y elenco coral –Laure Barras, Hanna Husáhr, Owen Willets, Alessandra Visentin, Fabio Trümpy, Valerio Contaldo, Yorck Felix Speer y Callum Thorpe– fraguaron una Pasión flébil, profunda, sencilla: pura emoción desde lo lacónico.
La Pasión según San Juan, BWV 245, representa, sin sombra de duda, una de las más altas cumbres en el género. Se trata concretamente de su tercer tipo histórico, la pasión oratórica, ligeramente diferente de la pasión responsorial, la pasión motética o el oratorio de pasión. Amén de la peculiaridad del texto evangélico –que, conviene señalar, no reluce con su máxima idiosincrasia en los fragmentos musicalizados por Bach–, la Johannes-Passion se contrapone a la Matthäus-Passion –es habitual la referencia recíproca– en una atmósfera dramática elaborada desde la sobriedad. Sin un ejercicio contrapuntístico abigarrado en exceso –pero de tremenda efectividad– y a través de una cuidada instrumentación, la página brinda resultados magistrales e intercala en su desarrollo momentos de absoluto arrobo –verbigracia, el Arioso "Betrachte, meine Seel, mit ängstlichem Vergnügem", el Aria "Erwäge, wie sein blutgefärbter Rücken" o el Coral "Ach Herr, laß dein lieb Engelein"–.
Minkowski llevó a cabo una exégesis –edición Bärenreiter– híbrida, aunando contención, ligereza y oscuridad tímbrica –mención especial merece el empleo de contrafagot, que, junto con bajos y órgano, imprimió un carácter realmente sobrecogedor en ciertos tramos y cierres–. Entre las no pocas virtudes del conductor francés –que, a la temprana edad de 19 años, fundó la agrupación de Grenoble dando ya precoz muestra del genio latente– hay que destacar su manejo de los tempi –dominio desde una respiración avezada–, transmitido en todo momento de forma orgánica. Archi funcionó dentro del marco propuesto, sin exabruptos y manteniendo la tensión en el ritornelo, para que la madera –con el nivel que adorna a los grandes conjuntos– asumiese la mayor responsabilidad lírica.