En un ambiente festivo, con la Sala Sinfónica Jesús López Cobos prácticamente llena, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León comenzó su temporada 2025-2026 de manera brillante, bajo la dirección Thierry Fischer. Dos piezas de la Iberia de Isaac Albéniz, en orquestación de Enrique Fernández Arbós y ambas relacionadas con Sevilla, dieron comienzo al concierto. El Corpus Christi en Sevilla y Triana permitieron al director y a la orquesta mostrar la capacidad para crear colores y ambientes, en versiones ágiles y expresivas. Excelente el misterioso comienzo de la primera, donde destacaron las intervenciones de los instrumentos de viento-madera. Fueron acertados los momentos de más brillo y resultó muy expresiva la copla central, llevada por el corno inglés. Triana tuvo acentos cuidados y contraste entre los diversos momentos, con una copla bien cantada por la flauta. Fueron versiones agradables y con garbo, que sacaron partido a la orquestación.
Magdalena Kožená es una gran mezzosoprano, que lleva tiempo destacando en diversos repertorios. En esta ocasión, nos guio a través del peculiar mundo de Les nuits d’été (Las noches de estío) op. 7, de Hector Berlioz. Estas seis canciones no piden excesivos despliegues de virtuosismo vocal, sino mucha concentración, una voz de calidad, y sobre todo la capacidad de reflejar las muy variadas atmósferas poéticas que se nos presentan, basadas en textos de Théophile Gautier. La mezzosoprano mostró una visión luminosa en la primera y la última, mientras que en las cuatro intermedias su color se oscureció, convenciendo con su detallismo, unos agudos nunca forzados y una gran claridad de dicción. Fischer y la orquesta tuvieron un papel importantísimo, sacando a la luz las sutilezas de la gran orquestación berlioziana, sin perder nunca la comunión con la cantante, lo que repercutió en el éxito de esta estupenda versión.
La segunda parte del concierto presentó la Sinfonía núm. 7 en la mayor, op. 92, de Ludwig van Beethoven. Thierry se acercó más a la línea interpretativa de Toscanini o Szell, que a la de Furtwängler o Barenboim. De esta manera, hubo tempi rápidos y un gran énfasis en el ritmo y los clímax impactantes, algo que quedó perfectamente reflejado en el primer movimiento (Poco sostenuto-Vivace), bien construido y matizado. Sin hacer pausa, los intérpretes comenzaron el segundo (Allegretto), que suele ser el más controvertido y polémico, por cuestiones de tempo y carácter. Se consiguió una fluidez que no resultó asfixiante; partiendo de un trabajo orquestal muy cuidado y una construcción bien pensada. El tercero (Presto-Assai meno presto-Presto) tuvo virtuosismo, un sentido del ritmo inexorable y detalles curiosos, como los muy personales reguladores del trío; mientras que el cuarto (Allegro con brio) fue llevado a un tempo vertiginoso que puso a prueba el virtuosismo de la orquesta. En este movimiento, algunas de las notas pedal fueron realizadas y proyectadas de manera poco habitual por el director y la orquesta. En conjunto, Fischer mostró personalidad e ideas interesantes, contando con una gran prestación orquestal en los solos y en los tutti.