Dos de los miembros del grupo de música historicista El Afecto Ilustrado, el violinista Adrián Linares y el violonchelista Fernando Santiago, dieron vida en el Museo de Bellas Artes de La Coruña, a una atractiva matinée dominical, en la que propusieron al público -que ocupaba todo el aforo disponible- un atractivo viaje a lo largo de la historia del violín barroco italiano.
El concierto se abrió con la música del gran padre de la escuela violinista barroca italiana, Arcangelo Corelli, en concreto con su Sonata op.5 nº 1. El carácter seminal de esta música, piedra angular en su género, hasta el punto de que marcó el horizonte de la composición violinista en el siglo XVII y buena parte del XVII, quedó patente desde el Grave inicial. En él, la desnudez de una interpretación en el que el acompañamiento estaba reducido a su mínima expresión – siguiendo la idea original del compositor sonata a violino e violone- nos hizo sentirnos como protagonistas de un íntimo coloquio entre violín y violonchelo; diálogo en el que el virtuosismo, cobró una dimensión diferente a la habitual en tantas interpretaciones de estas obras. Así, el sofisticado y retórico juego melódico de esta música, con sus continuos giros, inflexiones y ornamentos, adquirió en manos de Linares un carácter intimista y sincero. De hecho, a lo largo de todo el concierto, sólo en puntuales ocasiones asomó la dimensión más operística o teatral de esta música. En los dos Allegros subsiguientes el perfectamente engarzado intercambio imitativo entre ambos instrumentistas hizo que el virtuosismo de Linares, con su fluido control del arco, su musical fraseo y su control perfecto de las dinámicas, confiriera a la pieza un carácter concertístico. En el doliente y atemporal Adagio, ambos intérpretes, con su discreto uso de los ornamentos, nos retrotrajeron a la atmósfera del Grave inicial. Tras él, el incisivo y bailable Allegro puso punto final a lo que fue una sobresaliente interpretación de la op.5 nº 1.
A continuación, un apasionante salto en el tiempo nos trasladó al caleidoscópico mundo sonoro de Francesco Maria Veracini. Desbordante su op.1 nº 1 de ideas melódicas, rítmicas y tímbricas; ambos músicos respondieron a la perfección a sus exigencias extremas, imprimiendo a la música un carácter vibrante y arrebatado. Tras una sofisticada Aria ambos intérpretes hicieron justicia a la atávica Paesana en la cual reaparece el lado más teatral del compositor. Un sereno Minuetto y una abrumadora Giga final invitaban a pensar en la espuria descripción del compositor en las crónicas de su época como un ser arrogante. Imposible no caerse rendido ante semejante derroche de inventiva melódica y armónica. Llevada la Giga a un tiempo vertiginoso por ambos músicos, Linares y Santiago hicieron justicia a tan singular partitura.