El director titular Sylvain Gasançon dirigió la Orquesta Filarmónica de la UNAM en un concierto en el que contaron con el flautista chihuahuense Abraham Sáenz y obras de Rodrigo, Berg y Gustav Mahler. El Concierto pastoral de Joaquín Rodrigo es una obra breve y virtuosa que muestra las deslumbrantes posibilidades de la flauta. Sáenz tocó los ritmos en cascada del primer movimiento con una destreza impresionante, y el acompañamiento orquestal se mezcló bien sin opacar la textura. El Adagio fue melancólico, culminando en una espléndida cadenza en la que incluso los pasajes más suaves del pianissimo fueron tocados con sumo cuidado y matices. El Rondo fue considerablemente más disonante que los dos primeros movimientos, y Sáenz continuó tocando con tremendo brío hasta el jubiloso final. Entre atronadores aplausos, regresó para ofrecer un breve bis.
Las Tres piezas para orquesta de Berg muestran claramente la influencia tanto de Gustav Mahler como de Arnold Schönberg. El escenario se completó con una sección de percusión amplia, además de cuatro trombones y una tuba, y una celesta. Repleta de cambios de tempo, Klangfarbenmelodie (una melodía dividida entre diferentes instrumentos), y armonías disonantes yuxtapuestas con danzas clásicas (ländler, vals, etc.), es una obra complicada, que la orquesta la interpretó muy bien, sin que ningún instrumento o sección de instrumentos se impusiera a otro. El tubista Héctor López tuvo una parte especialmente expuesta y difícil en el segundo movimiento (Baile), que interpretó de forma excelente. El tercer movimiento (Marcha) es el más largo y quizás el más complejo, con la forma de marcha apenas perceptible detrás de la gruesa textura de la orquestación. Gasançon navegó hábilmente por las turbias aguas del movimiento y el clímax a martillazos (con reminiscencias de la Sexta sinfonía de Mahler) fue apropiadamente poderoso para concluir esta fascinante composición del periodo de la Segunda Escuela de Viena.