La Orquesta Sinfónica de Minería, el director invitado Roberto Kalb, y el Coro de la Sinfónica de Minería acompañaron al bajo-barítono galés Bryn Terfel en su debut en México. La primera mitad del concierto fue enteramente Wagner, comenzando con el preludio de Los maestros cantores de Núremberg seguido del aria “El aroma del sauce” del acto II, seguido de forma similar por el preludio del acto III de La valquiria (la famosa “Cabalgata de las valquirias”) y culminando con la despedida de Wotan (el final del mismo acto). Posiblemente la más accesible de las óperas tardías de Wagner, Los maestros cantores de Núremberg prosiguió con la suntuosidad característica en sus fulgurantes frases en do mayor. Terfel cantó con potencia y reserva a partes iguales, adaptándose bien a la orquesta.
Bryn Terfel y la Orquesta Sinfónica de Minería
© Pili Pala | Sinfónica de Minería
Sin embargo, La valquiria fue mucho más dispar. El infame ritmo del tresillo apuntillado fue a veces desmañado, a veces no articulado de manera adecuada, o en otras ocasiones (como en el caso de las trompas) ahogado por el resto de la orquesta, ignorando las inequívocas instrucciones de Wagner en la partitura «enfaticen el ritmo de forma muy aguda y clara en todo momento». El final de La valquiria es una parte extremadamente emotiva del ciclo de El anillo del nibelungo, donde Wotan se despide de Brünnhilde. Aunque se tocó sin errores técnicos graves, la interpretación simplemente pareció poco ensayada, con contrastes dinámicos, articulaciones y estructura no suficientemente elaborados. Incluso la claridad de la voz de Terfel resultó vacilante, como si le faltase el soporte de la orquesta.
Bryn Terfel
© Pili Pala | Sinfónica de Minería
Tras un intermedio, Terfel y la orquesta volvieron para cantar “Les voici” de Bizet, de Carmen. Fue agudo, claro y ágil, haciendo brillar de nuevo la voz de Terfel. “Son lo spirito che nega” de Boito, de Mefistófeles, fue probablemente lo más destacado y memorable del concierto, con la inusual instrucción de la partitura «silba violentamente» ejecutada excelentemente por Terfel, aparte de una presencia escénica y una teatralidad no presentes en las obras anteriores. Siguió “Le veau d'or” de Fausto, de Gounod, la pieza más corta de la velada, interpretada con ingenio y fuerza. Siguió “Te Deum” y “Va, Tosca!” de Tosca, de Puccini, donde la orquesta alcanzó por fin un verdadero fortississimo por primera vez en la velada, acompañada por el coro. Terfel tuvo un breve descanso cuando la orquesta tocó la obertura de Die Fledermaus de Johann Strauss II, ejecutada con precisión rítmica y el rubato apropiado. Las tres canciones que Terfel interpretó a continuación, Danny Boy, Ar hyd y nos, y Loch Lomond, una de cada país de Reino Unido, eran claramente parte del repertorio de Terfel desde hacía mucho tiempo, ya que la dicción era más clara que nunca y el ethos en el canto palpable.
La velada terminó con una serie de números de musicales: “If I Were a Rich Man”, de El violinista en el tejado, de Jerry Bock, seguida de tres bises, a saber: “Some Enchanted Evening”, de South Pacific, de Richard Rodgers, “How to Handle a Woman”, de Camelot, de Frederick Loewe, y “Homeward Bound”, de Marta Keen Thompson. Las cuatro piezas fueron cantadas con una atención al detalle que faltó en la primera mitad del concierto, lo que proporcionó un final entusiasta y una gran ovación.
***11
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