Para el último concierto del año, la Orquesta Sinfónica Nacional eligió un programa festivo y de ánimo celebratorio. Aunque quizá podríamos hablar de dos conciertos en uno, ya que durante gran parte de la velada pudimos disfrutar de la interpretación de un invitado de lujo: el trompetista Pacho Flores, hijo destacado del célebre sistema de orquestas de Venezuela.
La primera parte comenzó con el Concierto para trompeta de Johann Baptist Georg Neruda (1708-1780), obra que originalmente no fue compuesta para trompeta, sino para corno natural o corno di caccia, pero que ha sido adoptada por los trompetistas: en buena medida, gracias a ellos ha llegado a oídos contemporáneos. Para interpretar esta pieza, el solista eligió un instrumento moderno al que también se ha llamado corno di caccia, pero que en realidad es una combinación del corno de pistones con la trompeta (y tiene un sonido más cercano al corno). La dotación resultaba muy interesante: orquesta moderna pero con clave, y como solista, un instrumento contemporáneo hecho a medida. Esta mezcla de temporalidades resultó también evidente en la interpretación: por un lado se intentaba rescatar un sonido más cercano al original, aunque con un instrumento moderno, pero por otro, se optó por una articulación, fraseo y tempi más próximos a la tradición orquestal del siglo XX, bastante alejada de criterios de interpretación histórica. Establecida esta conjunción de tradiciones, fenómeno por demás contemporáneo, esta versión del concierto fue una grata experiencia. El trompetista nos permitió conocer el sonido de este particular instrumento y a través de él, el suyo propio. Resaltó su forma de modelar el sonido, sobre todo en las frases largas.
El segundo número fue Mestizo, concierto para trompeta del compositor uruguayo educado en Venezuela Efraín Oscher, obra compuesta específicamente para Pacho Flores, en la que usa tres trompetas diferentes, improvisa y nos demuestra tanto su maestría en el instrumento, como su versatilidad: se encuentra igual de cómodo en la tradición orquestal que tocando ritmos latinoamericanos (de ahí el mestizaje del título). De los cuatro movimientos encadenados, fueron particularmente memorables las cadenzas del solista, la variedad tímbrica del instrumento protagonista, el grupo de percusiones latinas y un pasaje en el que a la trompeta solista le hacen eco otras tres trompetas. La tercera obra fue el siempre efectivo y siempre gozoso "Invierno porteño" de las Cuatro estaciones porteñas de Astor Piazzola, en una conmovedora versión con voz de trompeta. Y como si no fuera suficiente haber tocado tres obras, Pacho Flores, junto con el Ensamble Nacional de Trompetas de México, nos presentó una divertida versión de una jota del trompetista mexicano Rafael Méndez.