En un concierto dedicado al recientemente fallecido compositor mexicano Javier Álvarez Fuentes, la Orquesta Sinfónica Nacional de México, bajo la dirección artística de Ludwig Carrasco, interpretó el concierto para fagot Ceiba de luz y sombra de Álvarez con la solista estadounidense Wendy Holdaway, así como la Novena sinfonía de Beethoven con solistas vocales y coro.
Holdaway, que fue la fagotista en el estreno de Ceiba de luz y sombra en marzo de 2013 en el mismo Palacio de Bellas Artes, claramente conocía muy bien la música y la navegó con destreza. La obra de un solo movimiento presenta secciones lentas y rápidas enlazadas por melodías fragmentarias. La interpretación fue ligera y frívola sin perder la atención a los detalles.
Tras el intermedio, el número de músicos sobre el escenario se duplicó para interpretar la última y más larga sinfonía de Beethoven. El tempestuoso primer movimiento transcurrió con precisión, pero sin demasiado contraste dinámico. Al llegar a la recapitulación, en el sorprendente e inesperado momento en re mayor que la musicóloga Susan McClary una vez describió como "la furia asesina de un violador incapaz de liberarse", la orquesta tocó con pasión, pero aún se sentía que faltaba algo: quizás la seca acústica del Bellas Artes, que tiende a absorber el sonido hacia el techo no ayudó.
El Scherzo supuso un cambio significativo en el estado de ánimo: ritmos rápidos y jubilosos y pasajes en cascada puntuados por agudos golpes de los timbales. Este movimiento pareció recuperar parte de la energía que faltaba en el primer movimiento, transmitiendo una sensación de velocidad con la ornamentación intrincada y el movimiento rápido. Funcionó muy bien como una transición corta entre la gravedad del primer movimiento y el Adagio largo y reflexivo. El movimiento lento transcurrió con serenidad y tranquilidad, con temas melancólicos que contrastaban fuertemente con la rabia del primer movimiento y la presteza del Scherzo. Fue en este movimiento que los vientos mostraron su rango completo de musicalidad con partes delicadas y expuestas, ya que en otros movimientos las cuerdas suelen dominar la textura.
En el Finale, el movimiento más largo, entran por fin los cuatro vocalistas y el coro. Además, fragmentos de las melodías de los movimientos anteriores reaparecen con un sentido diferente, y este efecto sí fue bien ejecutado. Los solistas cantaron de forma competente, pero el verdadero punto culminante del movimiento (y de la sinfonía) fue el coro, así como la percusión (el triángulo, el bombo y los platillos sonaron por primera vez en la sinfonía). El apasionado coro y la percusión perfectamente sincronizada proporcionaron un emocionante cierre a la velada, provocando una gran ovación y un bis de los últimos minutos del Finale interpretado de nuevo.
***11
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