Coincidiendo con la renovación de Vasily Petrenko como director titular de la Royal Philharmonic de Londres, el director ruso regresaba a la temporada de la Orquesta Sinfónica de Galicia en la cual ya había dejado una imborrable huella en los inicios de su carrera. Un par de décadas después, nos encontramos ante un director plenamente maduro con un estilo y una técnica refinado y depurado. A su sorprendente economía de gestos, en la que el uso de sus manos con movimiento claro y elegante es crucial, se une su profundo conocimiento y experiencia musical. Su liderazgo fue un elemento fundamental para dar vida a una intensísima velada, construida sobre un programa cohesionado y un extraordinario solista.
Resulta sorprendente que solo ahora la OSG haya abordado por vez primera el Concierto para violín de Glazunov, una obra profundamente arraigada en la tradición musical rusa pero caracterizada por un tono introspectivo y reservado, lo cual puede explicar la reticencia de muchos intérpretes hacia la misma. Sin embargo, es un concierto que destaca por su rica vena lírica y una innegable dificultad técnica, elementos que se funden de forma equilibrada entre el solista y la orquesta, aspecto especialmente cuidado por Petrenko. El Concierto de Glazunov encontró en Sergei Dogadin un intérprete ideal, un artista que privilegia la musicalidad por encima del virtuosismo. Dogadin, aun joven, acredita un vasto bagaje musical que incluye la victoria en el concurso de Moscú. Su clase se evidenció en un fraseo impecable, una rica paleta de colores y un sonido robusto en todas las cuerdas. De principio a fin exhibió una sensación de facilidad y seguridad pasmosa, que se vio apoyada por el uso de un violín moderno, pues recientemente ha dejado de utilizar el Domenico Montagnana, que sin duda aportaría una personalidad más característica, pero al mismo tiempo podría comprometer esa consistencia sonora. Como propina, en un tono completamente distinto, Dogadin presentó una personal versión de Flamenco Fantasy, de su compatriota Aleksey Igudesman, donde desplegó una abrumadora habilidad técnica.