Anunciábamos recientemente que este año 2018 íbamos a tener mucha presencia de Debussy en nuestros auditorios: conmemoramos el centenario de su fallecimiento. La música para piano del maestro francés posee una vinculación indiscutible con el devenir de la música para este instrumento y exige, además, una armadura técnica completa, a pesar de lo que a priori pueda parecer por un resultado sonoro que en muchas interpretaciones resulta quedo, pausado o introspectivo. La Fundación Excelentia, en el marco de su ciclo “El universo del piano”, ha invitado a una intérprete que posee las herramientas para resolver el problema del mecanismo en la obra de Debussy, para así ofrecer a los oyentes una auténtica experiencia cromática.
En cualquier caso, el recital se inició con obras de Scriabin y Rachmaninov, las tres piezas del Opus 2, y las Variaciones sobre un tema de Corelli, respectivamente. Benelli atacó con una serenidad muy contenida los primeros acordes del Etude, enraizados en la tonalidad de do sostenido menor, eficaz para el lamento, el desamor o la meditación íntima. Sin duda, contiene mucho de lamento esta pequeña obra de Scriabin. No obstante, se echó en falta un mayor ímpetu en el contenido dramático y algo más de seguridad en los fraseos, pues algunos no terminaron de perfilarse bien, propiciando frases desequilibradas y un tanto desorientadas. El Prélude y el Impromptu mostraron un poco más la brillante sensibilidad de Scriabin, pero dejaron entrever un problema: una sonoridad abigarrada por un pedal demasiado presente que saboteaba en todo momento el delineado estructural.
Esta tendencia persistió durante las Variaciones de Rachmaninov, si bien conviene apuntar que mostró una evidente claridad en la enunciación del tema y en el manejo de la escritura contrapuntística. También la sonoridad se presentó nítida en la entonación del pausado tema de Corelli. Sin embargo, a medida que la escritura de Rachmaninov se enrevesaba y exigía pasajes más veloces volvió a emerger la gran masa sonora, provocando una notable dificultad para percibir los matices de la escritura del compositor ruso. Se diría que la pianista se las ingeniaba para lidiar con una sala cuya acústica no terminaba de dominar, y aún con un piano que -digámoslo con tiento- no parecía estar del todo bien afinado.